PANÓPTICO
“…Aprendo a ver. No sé por qué, todo penetra en mí
más profundamente, y no permanece donde, hasta
ahora, todo terminaba siempre. Tengo un interior que
ignoraba. Así es
desde ahora. No sé lo que pasa…”
Rainer Maria Rilke, Los Cuadernos de Malte Laurids Bridge
Junio 9, 2014.
Kurt Tucholvsky nos enseñó la
inutilidad de las palabras, su frase más citada y menos conocida recita: “Ein Bild sagt mehr als 1000 Worte”, una
imagen dice más que mil palabras. Más su epitafio, el mismo que descansa al pie
de un roble nos enseña, ahora, para la eternidad quizá, la vacuidad de las
imágenes: “Todo lo que es transitorio es
sólo un símbolo”. El viento mece, cada una de las hojas de este árbol. A la
espera del invierno, los huesos de este periodista damnificado por el exilio
nos regalan, nos revelan la imagen yaciente de todos, la imagen incrustada en
el absoluto de las almas, de todos y de ninguno. Se nos esconde pues, por
debajo de la tierra, del deshielo en primavera y bajo la capa marchita de la
aridez del verano, bajo el lodo del otoño y crepitando en la profundidad de la
nieve. Desciende hacia el núcleo mismo de la biósfera y el significado de ese
epitafio nos narra algo completamente distinto; pues acá no existen estaciones
marcadas, más los restos carcomidos de Tucholvski resuellan las raíces del
árbol frondoso, que acoge en su sombra a
esas palabras que se supone, grabarán en la posteridad la imagen de
aquel que muere.
Las dos frases del periodista judío-alemán, una para la vida y otra
para la muerte, confirman el significado de estos poemas: La mera
contemplación. La simple y llana contemplación como paso precedente a toda
reflexión y como ingrediente sustancial del enamoramiento y la identificación
emocional de algo con otra cosa, del enamoramiento como correspondiente de lo
contemplativo y padre absoluto y destructor de toda reflexión a la vez. Una imagen vale más que mil palabras, un
poema puede contener más mundo que cualquier enciclopedia y todo el cosmos implícito
en una sola coma, en una sola pausa e instante de silencio. Estos poemas pueden
ser transitorios y simbolizar lo que han visto, pueden ser eternos y prescindir
sin embargo de lo que han vivido, pueden ser pasajeros o negar su esencia,
porque pretenden ser libres como la brisa, más se realizan inamovibles como las
piedras en apariencia.
Contempla y luego ama, ama y luego odia, odia y luego dialoga, dialoga
y reflexiona y por último muere. Así se nos muestra el mundo, pasajero y
henchido de símbolos y lo buscamos eterno y lo queremos imperecedero. Y he
aquí, y he aquí el silencio.
Panóptico se conoce, se concibe como el edificio cuyo interior es
visible en su totalidad desde un único punto. En este caso, desde el punto de
vista del poeta, admirar toda la arquitectura del cosmos o del que estamos
acostumbrados a ver únicamente. No se trata de proponer, sino simplemente de
contemplar con otros ojos lo que de antemano se nos ha propuesto, se nos ha
manifestado. Como una luz que apenas se enciende y se puede admirar el interior
de un recinto o como el farol que nos permite divisar las formas en la
oscuridad de la calle nocturna, así pues se puede entender la poesía. Y el
ejemplo más claro y genuinamente poético es Walt Whitman, Hojas de Hierba. Es
pues la contemplación quizá el primer paso para una reflexión clara de las
formas que interactúan con nuestra persona, y la reflexión como paso posterior
al ensañamiento emocional de las mismas. Por eso esta obra no pretende
reflexionar sobre algo sino asombrarse ante todo, enamorarse y odiarlo si es necesario,
tal y como nos lo enseña el personaje de Nikos Kazantzaki, el viejo Zorba.
Poemas que vislumbran a San Juan de Pasto y a Bogotá, al cuerpo femenino y
sobre todo a los instantes como generadores de la angustia pero también del
gozo y el ensueño.
TIÉPOLO FIERRO LEYTON