Sobre el Hombre Topo

SOBRE EL HOMBRE TOPO:

Somos un grupo de producción literario e intelectual definido por su obsesión por la crítica cultural, la escritura, el cine, la filosofía y la traducción. Esperamos difundir ideas, textos, traducciones, fragmentos inteligentes de una luz no tan lejana.
Escriben en esta revista: Franco Bordino, Matías Rano, Gustavo Roumec, Tiépolo Fierro Leyton, Juan M. Dardón, Tomás Manuel Fábrega y Xabier Usabiaga.

lunes, 25 de junio de 2012

LA NONA

Ella es mi segunda mamá, muchas veces es la primera. Nació hace setenta y ocho años en un pueblito de Italia, en la pobreza, el hambre y la muerte. Contando a ella, eran ocho hijos, pero nunca llegaron a conocerse entre hermanos, cuando nacía uno, se moría el más grande.
Siempre son las mismas anécdotas las que me cuenta, y yo siempre le hago las mismas preguntas y nunca dejo de asombrarme.
Como aquel día en que subió corriendo a la montaña buscando a su abuela, con sus manos en el vientre llenas de sangre diciéndole que se había reventado (la abuela le habrá explicado que era una de las desgracias de la mujer).
Pensar que yo tengo ropa interior de todos los colores y me quejo cuando quiero intentar cerrar el cajón porque desborda, ella tenía que lavar su única prenda a mano y poner a secarla al fuego mientras se tapaba con algún trapo.
Cinco largos y lentos años sobreviviendo así, y peor también. Por eso siempre dice que por más invitación que le hagan para ir allá, nunca volvería a ir. “En ese lugar lo único que recibí fue hambre, dolor, tristeza, Argentina me dio una casa, trabajo, la fortuna de conocer al hombre más bueno y generoso del mundo, una familia, y acá, nadie valora todo eso, acá se quejan, es lo único que saben hacer. Ya los quiero ver haciendo filas de dos cuadras para conseguir un bidón de agua miserable.”
Después dijo que había que ir hasta el campo para ir a lavar la ropa, dos horas de inagotable viaje para llegar, con el peso de la ropa sucia cargada en la espalda.
En el cordón de la vereda, quemando ramas que caen en el otoño, ella y yo, junto a mi hijo, su bisnieto, hablábamos de esto. Ella abre sus ojos al escuchar a un chico que llega silbando desde la esquina, el chico llama a alguien. Entonces mi abuela me mira, sonriendo con los ojos llenos de lágrima: “allá en Italia, tenía un noviecito que silbaba para pedirme que baje de la montaña”.

AUTOR: Luciana Verdesco

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