Mi hermano mayor escribe historietas.
Pero las guarda bajo llave. Mis otros hermanos, ninguno de los 5, hacen esfuerzo alguno por abrir la caja que está en su habitación. Yo soy el único que se pega a él en esta manía de escribir.
Después de varios meses de encierro, Jorge salió. Yo no sabía a qué hora iba a volver. Estuvo todo el día fumando y moviendo la pierna. El enano siempre le compra los cigarrillos; como propina Jorge le regala pases de cartón para la calesita.
A veces voy al baño en la madrugada y encuentro a Jorge fumando en el descanso de la escalera, mira el agujero en el techo, las tres o cuatro estrellas.
Aprovechando su ausencia, me metí en su pieza. Me hubiera gustado tener cloroformo para dormir al enano, que no se cansaba de hacer percusión en la puerta. Abrí el mueble con una ganzúa que fabricó Lucas, mi otro hermano. Me encandiló una linterna que estaba prendida dentro del mueble. Iluminé el cuarto: Pilas de revistas, Atalaya recortadas, Selecciones de colección, libros de Verne condensados, toneladas de tarjetas celtas y fajos de pases para calesita. No había otra luz que la linterna, apunté a la historieta y me puse a leer...
Orlando, el alter ego de Jorge, un tipo de pelo ondulado y camisa, discute con una mujer hermosa. A ella se le marcan los pezones en el camisón y el pelo húmedo se le pegaba a la frente. Hace calor en esa sala de hospicio. “una fuerza nos impedía estar juntos, algo ajeno a nosotros”, dice la nota recuadrada sobre el dibujo.
- ¿Por que has venido?- pregunta la chica
- Soñé- responde Orlando, sombrío.- Todo termina hoy.
Para bien o para mal, pensó.
- Con Ignacio tengo suficientes visitas. Por mi está bien, no vuelvas.
ja, su orgullo sigue intacto, Piensa Orlando, y dice:
- ¿Ningún otro viene a visitarte, algún amigo?
- ja ja ja- esos ojos desorbitados, gotitas de transpiración en la frente.- ¿desde cuando tenemos amigos nosotros?
cierto, son todos inventados, todos personajes de historieta
La puerta se abre. Bajo el umbral aparece Ignacio, alto y flaco, de pelo ensortijado.
- ¿Qué haces aquí?- dice. Piensa
Vienes a darle el golpe de gracia, hijo de perra.
- Te espero abajo- dice Orlando al muchacho que aprieta los dientes.
- ¡Orlando!- gritó la chica.
él no se dio vuelta.
En el patio del hospicio, Orlando bebe un líquido violeta; lo único que tiene color en las páginas, es el brebaje y la gata negra que descansa en el banco de plaza, aunque es negra y no lo necesita, sospecho que de haber sido roja también estaría coloreada. “debía beber aquello a diario, o su mudable conciencia desaparecería...”
La botella vacía cae a los pies de Ignacio que se presenta en el patio.
- ¿Por qué sigues torturándola?- pregunta Ignacio.
- He venido para ayudarlos. Ella saltará hoy. Cuando caiga la tarde. debemos vigilarla.
- Otro de tus sueños macabros.- dice.
-No son predicciones, bastardo, son sueños –piensa-, que se cumplen a partir de que los cuentas, la palabra es un acto performativo, deberías saberlo a esta altura. Voy a romperte hasta el subconsciente.
- Hagamos guardia. No es momento para nuestros asuntos.- Dice Orlando...
“Piensa en silencio, querido enemigo...”
Orlando se ubica frente a la ventana del cuarto de la chica, Ignacio frente a la del baño, en el patio trasero, la enredadera recorre la pared hasta la alta ventana de la habitación de la chica.
- ¡Orlando!- grita Ignacio desde su puesto- ¡no, hermana, por el amor de Dios!
Orlando corre al patio trasero. Ella está en la terraza.
Cuando ve a Ignacio y Orlando juntos, da media vuelta y corre hacia al patio delantero, la gata negra se estira.
“La carrera, ellos por pasto y malezas, ella por la superficie llana de la terraza.”
Ignacio tropieza con una raíz y da una zancada no intencional a Orlando, ambos en el piso. La chica abre los brazos en el cielo. ¡¡¡¡noooooooo!!!!!! Gritó Ignacio, Orlando abre los ojos.
- ¡Hermana!- dice Ignacio. La gata maúlla. Él llora. El cuerpo de la chica nunca entra en la escena.
Orlando toma a la gata. “El hechizo se ha roto”
- Justo en el último momento, la conciencia de Nara se mudó a la gata.- Dice Orlando.
- Desquiciado, hijo de perra.
- Voy a llevarla conmigo
“que la ambulancia de la morgue se lleve a ese cuerpo que era su cárcel, su condena”
- prometo matarte un día- dice Ignacio
Con el gato en los brazos Orlando despide a Ignacio.
Más tarde; en el departamento de Orlando:
La gata toma leche de un platito en el alféizar de la ventana, Orlando y ella echan un vistazo a la ciudad: gente entrando y saliendo del cine, un conductor saca el torso por la ventanilla e insulta a un taxista que muestra un puño; una pareja entra en el callejón sin salida para hacer el amor sin saber lo que les espera; unos muchachitos aprovechan la caída de un repartidor de pizzas para procurarse la cena.
- ¿Que te parece si hacemos sombras chinescas?- pregunta Orlando.
La gata maúlla y sonríe.
Escuché el ruido de la llave en la puerta, guardé las historietas, cerré el mueble. Salí.
- Le voy a contar- dijo Franco. Le di unas entradas para la calesita que había tomado, y se fue a su pieza.
¡¡¡La linterna!!! había olvidado guardarla.
Volví a entrar. Por accidente iluminé el tejado y vi a una gata, me acerqué a la ventana, ella se lamía una pata y Jorge estaba detrás de mí.
Matías Rano
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