Sobre el Hombre Topo
SOBRE EL HOMBRE TOPO:
Escriben en esta revista: Franco Bordino, Matías Rano, Gustavo Roumec, Tiépolo Fierro Leyton, Juan M. Dardón, Tomás Manuel Fábrega y Xabier Usabiaga.
sábado, 9 de noviembre de 2013
Princesa Bú
Querida princesa Bú:
Ser predicador es algo que hace doler y transpirar los pieces. Pero es reconfortante ver como nos reciben los ancianos.
Todos los martes- sin importar el clima- salimos a propagar la palabra.
Cada grupo tiene su territorio. Abordamos un micro sin perfume de micro. El viaje es placentero: canciones. Palmas. Podemos descalzarnos.
Grupos de predicadores van bajando en cada pueblo. A mi, a Verónica, y a un muchacho pelado que viene del mundo de las computadoras nos dejan en Lincoln.
Al ver el sol de este pueblo me acuerdo de Monte: es cierto que si Dios se manifestara en los cielos, con una túnica luminosa, los habitantes de Monte se lo perderían. ¡Cómo odiabas las nubes espesas de Monte!
En verano los mocasines aprietan, pero por gracia, en la ruta de predica hay galerías de árboles y los ancianos nos dejan pasar la tarde en los patios de sus casas.
En estos días aprendí mucho sobre fuentes, descubrí que con las fuentes nunca se sabe: el martes antepasado metimos los pieces en una y los renacuajos nos hicieron cosquillas. Y no sé porqué en ese momento me acordé de los antros de pecado a los que te llevé. Me imaginé el amor al prójimo chorreando asquerosamente por las paredes y las camas, y de verdad me sentí terriblemente triste.
En otra ocasión nos metimos en una fuente con forma de riñón. La fuente parecía de plaza, pero estaba en el patio de la casa de un matrimonio. El hombre está demasiado gordo. Un día llegamos a predicar, y la esposa del hombre dijo: gracias a Dios que vinieron, muchachitos. El hombre demasiado gordo llevaba dos días en el suelo. En el esfuerzo de levantarlo, al pelado que viene del mundo de las computadoras se le escapó uno.
Lincoln es un lugar de ancianitos, patios y fuentes. Un lugar que me hace pensar en nosotros dos de viejos.
El hombre gordo y la mujer asmática nos dejan entrar a la fuente, el agua nos llega a las rodillas. A veces llevamos bermudas, y Verónica una maya enteriza.
Nos entendemos muy bien los tres, somos buenos predicadores, quizá los mejores de la hermandad, por eso nos permitimos estas pequeñas cosas.
Ay, princesa, si apenas extendieras la mano, yo podría tomártela y ayudarte. Traerte conmigo a esta nueva vida…
Espero tu respuesta.
Matías Rano
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me gusta mucho este cuento terrible
ResponderEliminarme gusta mucho este cuento terrible
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