Por Tomás Manuel Fábrega
Rujo con toda la
fuerza del pueblo,
hasta agotar los
principios y límites.
Jamás bailé,
de esta manera
la de los
entusiastas con alegría categórica.
Voy pues adelante,
frente al olvido
como transeúnte por
esas tardes de parrandas
como el peor
estudiante de la escuela
como pesadilla de
mujer buenamoza
como canguro tan
solo como Oceanía
como capitán en un
naufragio
como la última
abeja del panal.
Y tú, paisana,
sangras por todas partes ahora
mientras tal cual
el último romántico
doy amor al pasado
¡Como un volcán
derramando fuego!
¡Como ECO en
peñascos por todas las naciones conocidas y por conocer!
¡Como padre de
todos los niños de las mil vidas vivas y muertas!
¡Como mercader
expulsado por Jesús del templo!
Mientras voy marchando por las soledades más oscuras
tus ojos son espejos rotos
espejos dañados por
piedras
piedras que yo
mismo lancé con toda la impotencia de un animal.
Y si recordara
algún pasaje romántico sin manchas
iría por tus pasos
sin perro que me ladre
sin mosca que me
defeque
sin león que me
ruja
porque son míos
todos los rugidos,
porque son míos el
total de los rugidos antes expresados
mientras pierdo tu
romance como en una batalla final,
seguiré
cantando a lo que fue.
Y en mi
canto invitaría a la patria
griega con sus liras
a Escocia con todos
sus gaiteros
al charango andino
y allí no habría ni armonía ni amor ni música
sólo unos ruidos
silvestres
con el cantar
desafinado tan mío como las lágrimas.
Me voy muchacha,
me voy a las
praderas de ogaño
donde buscaré aquel
río caudaloso
desde una roca
como desde el musgo
como desde los
peces y las pepas amarillas
escupiré con
toda la impotencia de un animal.
Y si aullara,
pues lo mío no es
aullar
sería tan mujer ,
tan mujer como una
heroína
tal cual una
prostituta
una vendedora de
calzados
una fémina del
siglo pasado
pero mi aullido sería :auténtico
por ser del
último romántico del siglo XX.
Y si los aullidos
existieran,
por lo mismo que
los gritos
no irán, mi amor,
hasta los paraderos
australes
ni a los desiertos
donde tras el frío
y la hambruna
alcanzarían las
necesidades de su vivir.
¡Pues bien:
seguiré!
¡Seguiré cruzando
calles y avenidas de memorias!
Cuando un viaje al
mundo es minúsculo
frente a imágenes
tan fuertes como tu rostro enfurecido.
¡Oh mujer!
Era un soldado de
tu causa
y juro a muerte de
espada ensangrentada
volver a vivir
¡VIVIR!
Venciendo derrotas,
dando carcajada al
amargado y derrotero
dando palabra al
momento
y silencio al tiempo.
Como para seguir viviendo
hasta que mis
testículos sean fósiles y cenizas,
fósiles entre tanta
tierra polvorienta de este planeta,
y cenizas bajo
algún árbol latinoamericano.
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