Antes de irse de la reunión,
nuestro amigo y su esposa se despidieron de los que hacían el asado: del
charlatán y del asador, que estaban en el patio; el patio de la casa de Mario
tenía césped verde, dos arbolitos, una parrilla muy bajita, las brasas en un
claro de tierra del suelo.
La esposa de nuestro amigo saludó de lejos, con la mano, a los dos asadores, mientras que su marido, nuestro amigo, se acercó y se puso a charlar con el asador y con el charlatán, ellos le dijeron que todavía no estaba el asado, que se quedara un rato más. Pero nuestro amigo prefirió irse, a lo mejor se lo había pedido su esposa.
La esposa de nuestro amigo saludó de lejos, con la mano, a los dos asadores, mientras que su marido, nuestro amigo, se acercó y se puso a charlar con el asador y con el charlatán, ellos le dijeron que todavía no estaba el asado, que se quedara un rato más. Pero nuestro amigo prefirió irse, a lo mejor se lo había pedido su esposa.
Caminó hacia el coche que los iba a llevar, el coche de un amigo que iba
para el mismo lado, en realidad no era un amigo sino un masajista conocido; en
el asiento de adelante iba el masajista con su esposa, y al asiento trasero lo
ocupaba un tipo de pelo largo. Cuando la esposa de nuestro amigo estaba por
subirse al coche, parece ser que el tipo de pelo largo le dice algo; ella se
baja, lo insulta. Está fuera de sí. Tanto el masajista
como su esposa miran en silencio el suelo. Aparentemente el tipo del asiento
trasero era casi un sobrino de la esposa del masajista y los estaba
avergonzando; o a lo mejor los avergonzaba la situación; o a lo mejor los estaba
avergonzando la esposa de nuestro amigo.
Nuestro amigo, al ver la situación, montó
en cólera; la esposa o el masajista
trabaron las puertas y los esfuerzos de nuestro amigo por abrirlas fueron
inútiles. Nuestro amigo apoyó la cara en el vidrio para insultar al pelilargo
mientras el coche avanzaba. También golpeó el vidrio varias veces.
El coche se fue.
Nuestro amigo y su esposa no quisieron volver
a la fiesta, estando tan cerca…, pero
sentían que los que estábamos en la
fiesta los observábamos. Dando la espalda a la casa se alejaron; pero la casa de ellos estaba muy lejos, tenían que
tomar un colectivo y un tren, y era tarde, no tan tarde, pero lo
suficientemente tarde.
Nuestro amigo dice que pasaron la noche entera en una plaza, juntando
papeles, y que él levantó un papel en el que había escrita una poesía; que durante un rato no se hablaron hasta que
alguno de los dos sacó el tema que tanto a él lo inquietaba.
Él, hasta se llegaba a agotar por el miedo de
que a ella le pasara algo. Concretamente él vive con miedo de que a ella la
violen. Es que ella trabajaba en lugares remotos haciendo asistencia social y a
él le viene bien que ella trabaje. Se dice que aquella noche, ella le contó
todo, y que él pasó por varios estados de ánimo. En algún momento, él se sentó
en un banco y ella lo habrá consolado. Dicen que cuando amaneció, a pesar de
que los transportes ya funcionaban, ellos
dos seguían en la plaza.
Algunas cosas, él, nuestro amigo, nos las
contó, mientras estaba sentado en la computadora, nosotros cuatro parados atrás
de él, Juan haciéndole un masaje, y los demás atentos a las payasadas que nos
mostraba en You Tube.
Él tiene un poco idealizados los sufrimientos
de su esposa; algo así como cuando de noche se tiene miedo a algo que hay que
hacer de día, pero que cuando amanece nos damos cuenta de que ese algo no era
tan peligroso como pensábamos de noche; yo creo que esa es la situación de
nuestro amigo: encerrado en su departamento, en el departamento que su esposa
alquila, él siente el miedo al frío, el miedo a madrugar, el miedo a pasar
hambre o a tener ganas de hacer caca en plena calle. A veces tratamos de convencerlo de que afuera
no es tan así, de que el hambre no duele tanto; de que el frío, después de un
rato de temblar, se pasa; de que el sol de la mañana no es tan feo, aunque
algunos del entorno dicen que sí, que el sol es el peor de los hijos de puta,
que el sol te destroza la vista, que el sol de la mañana te puede llegar a
descomponer, que el sol cuando pega en el colectivo es asqueroso; en fin, a
veces tratamos de convencerlo para que salga y trabaje, otras veces tratamos de
convencerlo de que su esposa no corre
tanto peligro, pero la mayoría de las veces no decimos nada y vemos videos en
la computadora.
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