Sobre el Hombre Topo

SOBRE EL HOMBRE TOPO:

Somos un grupo de producción literario e intelectual definido por su obsesión por la crítica cultural, la escritura, el cine, la filosofía y la traducción. Esperamos difundir ideas, textos, traducciones, fragmentos inteligentes de una luz no tan lejana.
Escriben en esta revista: Franco Bordino, Matías Rano, Gustavo Roumec, Tiépolo Fierro Leyton, Juan M. Dardón, Tomás Manuel Fábrega y Xabier Usabiaga.

martes, 29 de diciembre de 2015

ARREMETIDA DE LLUVIA

por Tomás Manuel Fábrega

Lluvia sobre el mar. John Constable

Gotea a cantaros de aguas que fueron anunciadas
tan contadas y vaticinadas
que el aviso solo fue un catalizador de desgracias
como desgraciados son sus mensajeros,
charlatanes con discursos sobre química y catástrofes
mientras estas aguas incoloras no responden ni contestan pregunta alguna

Gotea, gotea, gotea
al tiempo que la llovizna o el temporal
son necesidad ante la fuerza y opulencia de los miserables días tristes


qué es lluvia sino agua nuestra
alegre, festival y popular
¡agua de mayorías!

Qué es la lluvia sino una canción para los niños

Qué es la lluvia
si no un mar difunto
que cayendo
desborda los caminos anunciando las buenas nuevas
o ríos con sed
la sed tremenda, atarantada,
de recorrer al mundo
rincón por rincón,
palmo a palmo
ahogándonos como a los cuerpos áridos

gotea,
y es que está lloviendo por los cuatro costados de la plaza
escurren y pasan las aguas
cuales silbos de alegría recorriendo terrenos perdidos
recuperando tono a tono
los últimos vestigios y espacios comunitarios del panorama aguachinado

gotea, gotea y se desploma el orden,
se humedece la materialidad del amargado,
mientras empapa de vida
de vida vivida y luchada
al que la oiga
cuando no arroja: insolente
granizo tras granizo
frente contra frente
dejando un panorama de tuertos y mentones descolocados

gotea mientras llueve
porque llueve mientras nos gotean
y es mojada la soberbia de la casa y mansión de un rico
que cuando se derrumba
no es sino la demolición creada por la arremetida lluviosa de nuestros abuelos:
estas son sus gotas
y esta es su venganza
que es la venganza de los movimientos contra la quietud
la de las contradicciones frente a la mesura
la del permanente descalabro frente al progreso
que es retórico y abusivamente cobarde
porque se arranca de la confrontación original

esta es la caída
que y desde las montañas
relata lo monótono,
lo uniforme de un chis chas que se eleva por cuadrados de protesta aguacífera
que rompe y abre
y abre en cuanto rompe,
rasgando cuando no circula: un río nevado
cual cadena
ve fluir los embates del desencanto,
la indignación
y las ansias justicieras de que el barro no sea barro
sino caldo y pozo de nuestra borrasca,
la borrasca y la avalancha terrenal aceitada por chubascos.

Llueve, llueve,
nuevamente y otra vez,
nos golpean desde un cielo triangular
que a manera de horizonte: golpea
cual golpe de gracia y radical
a la desolación de vivir escuchando los rumores,
los rumores de los próximos años de desierto.




jueves, 19 de noviembre de 2015

W. H AUDEN - RIMBAUD



Rimbaud

Noches, el cielo aciago, las arcadas del tren;
sus malas amistades no lo sabían, pero
lo falso del retórico, en ese chico, habría
de arder como una pipa: el frío hizo un poeta. 

Los tragos que el amigo, frágil bardo, pagaba,
sistemáticamente, sus sentidos turbaban.
Al sinsentido usual le concedió él un fin;
hasta decir adiós al pecado y a la lira.

Si el verso era tan sólo un vicio del oído...
–la integridad no alcanza  –parecía concluir
del infierno de infancia–; debo empezar de nuevo.

Ahora, galopando, atravesando África,
soñó con su yo nuevo –un hijo, un ingeniero:

su verdad aceptable para hombres perversos. 


W. H. AUDEN

domingo, 5 de julio de 2015

Plegaria - Franco Bordino


Plegaria

Ábreme, Padre,
y dame un fuego que no duela
y un dolor puro del que nada aprenda.
Condúceme al camino
claro, a aquel que no tiene piedras,
que es estrecho para el espíritu:
al camino sin honor;

pon si no en mi mano la cara de un niño,
para estudiarla y conocerla
al tiempo que templarla
bajo mi llama dactilar;

dame un ramo de fresias
o una abeja que no muerda, y que yo,
concentrado, las tenga que cuidar.


Ábreme, Padre,
a las cosas pequeñas
que no entran en un hilo,
y ábreme así a tu amor
y a la pureza del servicio,
a las dulzuras vistas monocromas
bajo la sombra hostil de la noble Ambición;

ábreme sobre todo
a lo que no me pertenece y que no soy.
Aléjame de Mi Peligro.
Consérvame en tu amor.


Ábreme, Padre, al rudo azar:
dame un hijo, enemigos poderosos
y tempestades sin amarras;
algo que comer, nada que guardar;
Tú no sacies: mi sed, ¡arráncala de cuajo!
Ábreme para todos.
Aléjame de Mi Peligro.

Consérvame en tu amor.


Franco Bordino

jueves, 25 de junio de 2015

Bolívar



Bolívar

Padecí mucho aquí,
como una hierba arrancada a otro espacio,
aterido en vacío microscópico
—El rayo de la pampa muele planicie y polvo—
“Voy a volver el feriado.”
Mi abuela me acariciaba,
sus manos encremadas olían
como manos nuevas,
aunque fuéramos grandes ambos.
“Jugué al paddle con mis primos
una tarde, después fuimos al bowling.”
Mi ser se adormecía, y yo necesitaba
progresar de alguna manera:
doblemente arrancado
acogí la infinita negatividad
de no ser... ni ser... ni ser...:
Nada. “La pureza te enferma” —Me dijo ella,
desnuda desde la cama,
que la estaba empezando a asustar
y tuve que quedarme callado.
—¿Qué había de malo en el tiempo perdido?
Los gatos no saben de Dios, pero lo imitan —pensé,
y tuve que volver a las piedras del fondo,
a la dulce vida vegetal, a la tierra
y al amor de mi gente. Duermo
ahora todas las tardes, y de noche
miro en vela la cruz, a su llama que pierde.
Pero
vuelvo aquí cada tanto, a descansar,
a buscar unas manos ya deshechas,
y puedo recordar,
adentro de esta muerte, o en el polvo revuelto,
que también fui feliz acá...
“Te quiero mucho, abuela.”



Franco Bordino

viernes, 17 de abril de 2015

Eugène Boudin, “El Puerto de Trouville”

Eugène Boudin, “El Puerto de Trouville”
                                                                                             
“...Deseo, para escribir castamente mis églogas,
Dormir cerca del cielo…”
(Baudelaire, “Paisaje”)


Una obra de 1884, un óleo sobre lienzo que nos ofrece la vista idílica de algún pueblecito costero en el norte de Francia. Este es Trouville, un lugar que el artista visitó con cierta frecuencia y que para aquella época rondaba los 6.300 habitantes, siendo un popular destino turístico, principalmente por su clima agradable en verano. Eugène Boudin fue uno de los muchos artistas que encarnó a este poblado en el lienzo, quizá él, fue quien mejor logró captar el aura de quietud y relajamiento que Trouville-sur-mer brindaba en la vida real a cada uno de sus visitantes. Es considerado uno de los pioneros del impresionismo, además de ejercer una notable influencia en Claude Monet. Ambos fueron grandes amigos en vida, siendo Boudin quien animó a Monet a que pintara más paisajes. De hecho, al observar el agua retratada en “El puerto de Trouville” no es difícil evocar una obra de Monet, quizá por la disposición de los colores y la paz irresoluble, versátil e incluso melancólica que estos pueden provocar.

La primera impresión que unos ojos ignaros como los míos alimentan en la mente, es el epígrafe de Baudelaire que se ha citado. En la pintura, sin embargo pareciera que se invierten los papeles. Es el cielo pues, quien se nos presenta deseoso de dormir sobre las edificaciones del puerto, como una suave niebla que añora cobijar y contar sus misterios a las diminutas gentes que transitan en la pintura. Trouville se muestra celestial. El azul y la carne (el puerto, con sus gentes y barcazas) parecen entrecruzarse, unidos y a la vez separados por el verde de una colina que alberga el resto del pueblo y por la delgada franja (igualmente verde), que resulta pequeña respecto a las proporciones de los otros colores, pero que traza un límite amistoso entre la playa y el agua. Este verde es el producto de la unión de cielo y tierra, reflejado en la transparencia del agua. Así pues, el verdadero puerto de Trouville-sur-mer yace apacible en el reflejo de sus aguas.

He aquí a Boudin “El rey de los cielos”, (como se referiría Camille Corot a él en una ocasión) aquel que pintó más de una vez este idílico paraje, fascinado por la cercanía con lo infinito: mar y el cielo, colores cálidos, imagen de una mañana o una tarde en el cenit de la canícula. Ante la fuerte luz de un sol que no se ve en la escena, lo que eminentemente resalta en todo el cuadro es una calma de otros tiempos, que con vana seguridad pareciera única e irrepetible. Tiépolo Fierro Leyton

sábado, 28 de febrero de 2015

T. S. Eliot - La Tierra Baldía


LA TIERRA BALDÍA


I

El entierro de los muertos


Abril es el mes más cruel, engendrando
lilas que emergen de la tierra muerta, uniendo
memoria y deseo al encender
raíces embotadas con lluvia de primavera.
El invierno nos mantuvo abrigados, al tapar
la tierra con nieve llena de olvido, al nutrir
un poco de vida con tubérculos secos.
El verano nos sorprendió, viniendo sobre el Starnbergersee
con una llovizna pasajera; nosotros paramos bajo la columnata,
y luego retomamos bajo el sol, hacia el Holfgarten,
y tomamos café, charlamos durante una hora
Bin gar keine Russin, stamm’ aus Litauen, echt deutsch.[1]
Y cuando éramos chicos, y nos quedábamos en lo del archiduque,
mi primo, él me llevaba a pasear en trineo.
Yo tenía miedo, y él me decía, Mari,
Mari, agarrate fuerte. Y descendíamos.
En las montañas, ahí te sentís libre.
Leo gran parte de la noche, y voy al sur en invierno.

¿Cuáles son las raíces que prenden, qué ramas emergen
de esta basura pétrea? Hijo de hombre,
no lo podés decir, ni adivinar, porque vos conocés sólo
un montón de imágenes rotas, contra las que el sol golpea;
y el árbol muerto no refugia, el grillo no libera,
la piedra seca no hace sonar el agua. Sólo
hay sombra abajo de esta piedra roja,
(vení a la sombra de esta piedra roja),
y yo te mostraré algo diferente que tu sombra
a la mañana detrás tuyo dando zancadas
o tu sombra levantándose a la tarde hasta encontrarte;
te mostraré el miedo en un puñado de polvo
Frisch weht der Wind
Der Heimat zu
Mein Irisch Kind
Wo weilest du?[2]
“Me diste jacintos el año pasado por vez primera,
y me decían la chica de los jacintos.”
Pero cuando volvimos del jardín, ya más tarde,
tus brazos llenos, tu pelo mojado, yo
no podía hablar, y mis ojos fallaron, no estaba
ni vivo ni muerto, tampoco entendía nada,
estudiando el corazón de la luz, el silencio.
Oed’ und leer das Meer.[3]

Madame Sosostrís, vidente famosa,
estaba muy engripada, de todas formas
es considerada la mujer más sabia de Europa,
con un mazo de cartas perversas. Acá, dijo ella,
está tu carta, el Marinero Fenicio ahogado,
(Esas son perlas que fueron sus ojos. ¡Mirá!)[4]
ésta es Belladona, la Dama de las Rocas,
señora de las situaciones.
Acá está el hombre con los tres bastos, y acá la Rueda,
y acá el mercader con un solo ojo, y esta otra carta,
que está en blanco, es algo con lo que él carga
pero que no tengo permitido adivinar. No encuentro
al Hombre Ahorcado. Tema a la muerte por agua.
Veo una multitud de gente, forman un círculo.
Gracias. Si la ve a mi querida Señora Equitone,
dígale que yo misma le llevo el horóscopo:
hay que ser cuidadosa hoy en día.  

Ciudad irreal,
bajo la niebla marrón de una aurora invernal,
la muchedumbre fluye sobre el Puente de Londres, tanta gente,
yo no tenía idea de que la muerte hubiera deshecho a tantos.
Suspiros cortos y variados, exhalaban;
cada hombre clavando la mirada ante sus pies.
Subí la colina y tomé por King William Street,
hacia el lugar donde Santa María de Woolnoth[5] marcaba la hora
con un sonido seco en la campanada final de las nueve.
Ahí vi a un conocido, y lo paré de un grito: “¡Ey! ¡Stetson!
vos que estuviste conmigo en las naves de Milas,
ese cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín,
¿ya empezó a brotar? ¿va a florecer este año?
¿o la escarcha repentina te estropeó el suelo?
¡Oh no permitas que el Perro se acerque allí, ese amigo del hombre,
o con sus uñas lo desenterrará!
¡Tú! hypocrite lecteur! —mon semblable, —mon frère![6]




II

Una  partida de ajedrez


El sillón sobre el que ella se sentaba, cual un trono bruñido,
refulgía en el mármol, donde el vidrio,
sostenido por estandartes con uvas labradas
desde los que un Cupidon[7] dorado se asomaba
(otro escondía, tras un ala, sus ojos),
duplicaba las llamas del candelabro de siete ramas
reflejando la luz sobre la mesa mientras,
el brillo de las joyas de ella, se erguía hasta tocarla
desde estuches de raso derramados
en rica profusión. En frascos de marfil y cristal coloreado
sin sus tapas, sus extraños perfumes sintéticos asechaban,
ungüento, líquido o polvo —confundían, turbaban,
y ahogaban los sentidos en hedor; revueltos por el aire
que entraba refrescante desde la ventana, éste ascendía
en el engrosamiento de las llamas prolongadas, desde el candelabro,
expulsando su humo hacia la laquearia[8],
diluyendo el patrón del techo abovedado.
Grandes leños de mar con pedazos de cobre incrustados
ardían verde anaranjado, enmarcado todo por la piedra coloreada,
en cuya triste luz un delfín tallado nadaba.
Sobre la antigua repisa de la chimenea podía contemplarse
como si una ventana diera a aquella escena silvana
la transformación de Filomela[9], por el bárbaro rey,
tan rudamente, violada; pero ahí el ruiseñor
con voz inviolable llenaba el desierto todo
y aún lloraba ella, y todavía continúa el mundo hoy,
“iag-iag”[10] para oídos sórdidos.
Y otros muñones de tiempo marchitos
eran revelados sobre las paredes; figuras oteantes
se asomaban, inclinándose, silenciando la habitación cerrada.
Pasos arrastrados por la escalera.
Bajo la candela, por el cepillo,
su cabello abierto en puntos encendidos
brillaba adentro de palabras, y, luego, salvajemente, reposaba.

“Estoy mal de los nervios esta noche. Sí, mal. Quedate conmigo.
Hablame. Por qué nunca me hablás. Hablá.
¿En qué estás pensando? ¿En qué pensás? ¿Qué?  
Nunca sé lo que pensás. Pensá.”

Pienso que estamos en el callejón de las ratas
donde los hombres muertos han perdido sus huesos.

“¿Qué es ese ruido?”
El viento que pasa debajo de la puerta.
“¿Qué es ese ruido ahora? ¿Qué es lo que está haciendo el viento?”
Nada otra vez nada.
“Vos,
¿no sabés nada? ¿no ves nada? ¿no te acordás
de nada?”

Me acuerdo...
esas son perlas que fueron sus ojos.
“¿Vos estás vivo o estás muerto? ¿No tenés nada adentro de la cabeza?”
Pero
oh oh oh ese rag shakespiriano[11]
–es  tan elegante
tan inteligente
“¿y ahora qué hago? ¿qué voy a hacer? ¿qué?
Voy a salir apurada, así como estoy, y a caminar por la calle
con el pelo suelto, así. ¿Qué vamos a hacer mañana?
¿Vamos a hacer algo alguna vez?”
Agua caliente a las diez.
Y si llueve, un coche con capota a las cuatro.
Y vamos a jugar una partida de ajedrez,
extenuando los ojos sin parpadear, esperando que llamen a la puerta.
 
Cuando desmovilizaron al marido de Lil, yo dije
–no medía mis palabras, pero le dije yo—
RÁPIDO POR FAVOR YA ES HORA
Ahora Albert está viniendo, tenés que arreglarte un poco.
Va a querer saber que hiciste con la plata[12] que te diera
para que te arreglaras los dientes. Fue así, yo estaba ahí.
Sacátelos todos, Lil, y ponete unos lindos,
te dijo, te juro, no puedo soportar mirarte.
Apenas puedo yo, le dije, y pensá en el pobre Albert,
estuvo en el ejército cuatro años, ahora va a querer disfrutar,
y si vos no se lo das, otras se lo van a dar, le dije.
Oh ¿las hay?, dijo ella. Algo así, dije yo.
Entonces, cuando ocurra, sabré a quién agradecerle, dijo, y me miró directo.
RÁPIDO POR FAVOR YA ES HORA
Si no te gusta aguantatelá, le dije.
Aunque vos no puedas elegir hay otros que sí pueden.
Y si Albert se va, no va a ser porque yo no te lo haya advertido.
Debería darte vergüenza, le dije, lucir tan anticuada.
(Y tan sólo tiene treinta y un años.)
No puedo evitarlo, dijo ella, refregándose la cara,
son las pastillas que tomé para abortar.
(ella tenía ya cinco hijos, y casi muere con el pequeño George.)
Él médico dijo que iba a estar todo bien, pero no soy la misma desde entonces.
Sos una tonta total, le dije yo.
Si Albert no te deja en paz, ahí está, le dije,
¿para qué te casaste si no querés tener hijos?      
RÁPIDO POR FAVOR YA ES HORA
Pues bien, ese domingo Albert ya estaba en su casa, comían jamón,
y me invitaron a cenar, para que probara cómo sabía caliente
RÁPIDO POR FAVOR YA ES HORA
RÁPIDO POR FAVOR YA ES HORA
Buenas noches Bill. Buenas noches Lou. Buenas noches May. Chau.
Muchas gracias a todos. Chau chau chau.
Buenas noches, señoras, buenas noches, dulces señoras, adiós.


 III

El sermón del fuego

La estaca del río se ha roto, los últimos dedos de hojas
se aferran y naufragan en la ribera húmeda. El viento
cruza la tierra parda silencioso. Las ninfas se han ido.
Dulce Támesis, corre suave, hasta que haya terminado mi canción.
El río no carga botellas vacías, ni papeles de sánguches,
pañuelos de seda, cajas de cartón, colillas de cigarrillos,
o cualquier testimonio de noches veraniegas. Las ninfas se han ido.
Y sus amigos, los herederos holgazanes de los directores 
de la City[13], se han ido también, y no informaron dirección.
Frente a las aguas del gran Lemán me siento y lloro...
Dulce Támesis, corre suave, hasta que haya terminado mi canción.
Dulce Támesis, corre suave, porque no hablaré alto ni mucho.
Pero a mi espalda oigo en un estallido frío
el repiqueteo de los huesos, y la risa abierta de oreja a oreja.

Una rata reptó despacio a través de la hierba
arrastrando su panza embarrada sobre la rivera
mientras yo pescaba en el canal callado
una tarde de invierno atrás del gasómetro
meditando sobre la ruina del rey mi hermano
y sobre la muerte de mi padre, el rey anterior.
Blancos cuerpos desnudos sobre la baja tierra húmeda
y huesos tirados en un pequeño altillo seco
repiqueteando solamente por las patas de las ratas, año tras año.
Pero a mi espalda de vez en cuando oigo
el sonido de bocinas y de motores, que llevarán al señor Sweeney
hasta donde la señorita Porter,
abierta en primavera.
Oh la luna brillaba clara sobre la señorita Porter
y sobre su hija
mientras lavaban sus partes con soda[14]
Et O ces voix d’enfants, chantant dans la cuopole![15]

Tuit tuit tuit
iag iag iag iag iag iag
tan rudamente violada.
Tereo[16]

Ciudad irreal
bajo la niebla marrón de un mediodía invernal
Don Eugénides, el mercader de Esmirna
sin afeitar, con los bolsillos llenos de pasas de uva,
C.i.f.[17] Londres: documentos o.k.,
me invitó en un francés vulgar
a almorzar al Hotel de la calle Cannon
y a pasar un fin de semana en el Metropole.

En la hora violeta, cuando los ojos y la espalda
se levantan del escritorio, cuando el motor humano espera
como un taxi en marcha frente a la puerta,
yo, Tiresias, aunque ciego, palpitante entre dos vidas,
hombre viejo con arrugados pechos de hembra, puedo ver,
en la hora violeta, la hora vespertina que lleva,
con esfuerzo, al hogar, trayendo desde el mar al marinero.
La taquígrafa está en casa para la hora del té, levanta el desayuno, prende
la estufa, abre latas de conserva.
Fuera de la ventana, peligrosamente, se despliegan
sus pertenencias, se secan con los últimos rayos del sol;
en el diván yacen apilados (de noche su cama)
medias, pantuflas, camisolas y corsets.
Yo, Tiresias, hombre viejo de ubres arrugadas
percibía la escena y predecía el resto
—yo también aguardaba al visitante esperado.
Él, el joven carbuncular[18], llega,
vendedor de una pequeña inmobiliaria, arrogante la mirada,
uno de esos rasos a los que la confianza les sienta  
como un sombrero de seda a un millonario de Bradford[19].
Ahora es el tiempo propicio, así él piensa,
terminó la comida, ella está aburrida y cansada,
se esfuerza por enredarla en caricias
que por ahora no rechaza, si acaso no desea.
Ruborizado y decidido, la asalta al fin de una vez;
sus manos inquisitivas no hallan resistencia;
su vanidad no busca correspondencia,
acepta su frigidez.
(Y yo, Tiresias, ya he sufrido de antemano todo
lo representado en este mismo diván o cama;
yo que me he sentado frente a Tebas bajo los muros
y que he caminado entre los muertos más míseros.)
Con condescendencia, le otorga un beso final,
y sale al tanteo en busca de la escalera, a oscuras...

Ella se voltea y mira un momento por el vidrio,
probablemente no enterada de la partida de su amante;
su cerebro deja filtrar una idea confusa:
“Bueno, ya está; estoy contenta de que haya terminado.”
Cuando una mujer bella cae en la locura
y da vueltas en su habitación, sola otra vez,
arregla su cabello con ademán maquínico
y pone un disco en el gramófono.

“Esta música llegó hasta mí desde las aguas”
por Strand, pasando la calle Reina Victoria.[20]
Oh Centro de la ciudad, yo a veces puedo oír
frente a un bar en la calle Lower Thames
el llanto placentero de una mandolina
y un estrépito y cotorreo que vienen de adentro
donde los pescadores holgazanean al mediodía, donde los muros
de San Magnus Martyr detentan
el esplendor inexplicable del blanco y dorado jónicos.

El río exuda
aceite y brea
zozobran las barcazas
con la cambiante marea
velas rojas
anchas
a sotavento, hacen balancear el palo.
Las barcazas lavan
las boyantes correderas[21]
alcanzan Greenwich
pasando la Isla de los Perros.
Weilala leia
walala leialala

Elizabeth y Leicester
batiendo remos
la popa asemejaba
un cofre enchapado de oro
dorado y rojo
el oleaje brioso
ambas costas tocaba
viento del sudeste
arrastraba río abajo
tañidos de campanas
torres blancas
Weilala leia
walala leialala

“Tranvías y árboles hollinosos.
Highbury me parió. Richmond y Kew
me destrozaron. En Richmond levanté las rodillas
recostada en el suelo de una canoa angosta.”

“Mis pies están en Moorgate, y mi corazón
bajo mis pies. Después de lo ocurrido
él lloró. Me prometió: ‘empezar de nuevo’.
Yo ni opiné. ¿Qué podía reprocharle?”

“En las playas de Margate.
No puedo conectar
nada con nada.
Uñas rotas de manos sucias.
Mi pueblo, gente pobre,
no espera nada.”
la la

Luego llegué a Cartago

Ardo ardo ardo
Oh Señor Tú me arrebatas
Oh Señor Tú siempre arrebatas

ardo


IV

Muerte por agua

Flebas el Fenicio, con dos semanas de muerto,
olvidó el grito de las gaviotas, y el oleaje profundo del océano
y la pérdida y la ganancia.
Una corriente bajo el agua
recogió sus huesos en susurros. Levantándose y cayendo
recorrió sus escenas —de vejez y juventud—
hasta ingresar en el remolino.
Gentil o judío
Oh tú que llevas el timón y miras a barlovento,
considera a Flebas, él fue alto y buenmozo igual que vos.


V

Lo que dijo el trueno

Tras la luz de la antorcha en los rostros sudados
tras el silencio helado en los jardines
tras la agonía en pedregales
el grito y el llanto
prisión y palacio y reverbero
del trueno en primavera en montañas lejanas
él que vivía está ahora muerto
nosotros que estábamos vivos estamos ahora muriendo
y con poca paciencia

Aquí no hay agua sino sólo roca
roca sin agua y la calle arenosa
la calle serpenteando arriba en las montañas
que son montañas sin agua montañas de roca
si hubiese agua nos detendríamos a beberla
entre las rocas no se puede parar ni pensar
el sudor está seco y los pies en la arena
si sólo hubiese agua entre las rocas
montaña boca muerta dientes de caries que no logra escupir
y uno no se puede parar ni echar ni sentar aquí
ni siquiera hay silencio en las montañas
sólo el rayo seco estéril sin lluvia
ni siquiera hay soledad en las montañas
sólo las caras rojas taciturnas[22]
gruñendo desdeñosas
desde el portal de casas con paredes de barro
si hubiera agua
en vez de roca
si hubiera roca
y también agua
y agua
y una fuente
y un charco entre las rocas
si hubiera aunque sea el ruido
del agua
no la cigarra
ni la hierba seca cantando
sino el ruido del agua sobre la roca
donde el zorzal ermitaño canta adentro del pino
plip plop plip plop plop plop plop
pero no hay agua

¿Quién es el tercero que camina al lado tuyo?
Cuento y somos dos
pero cuando miro adelante en el camino blanco
siempre hay otro caminando al lado tuyo
moviéndose adentro de un manto pardo, con capucha
no sé si es hombre o mujer
—¿pero quién es ese que anda al lado tuyo?

Y qué es ese sonido agudo en el aire
rumor de unos lamentos maternales
Quiénes son esos que encapuchados marchan
sobre llanos interminables, trastabillando en la tierra agrietada
cercados sólo por el horizonte plano
Cuál es la ciudad sobre las montañas
que se raja y reúne y explota adentro del aire violeta
torres que se caen
Jerusalén Atenas
Alejandría
Viena Londres
irreales

Una mujer tensó su pelo largo y negro
sacando de esas cuerdas música muy leve
murciélagos con caras de bebés bajo la luz violeta
chillaron, hicieron batir sus alas,
y gatearon de cabeza sobre una pared mugrienta
y en el aire al revés parecíanse a torres
tañendo reminiscentes campanas, marcando la hora
cantos emergiendo de cisternas vacías y pozos agotados. 

En este hoyo cavado en las montañas,
en la tenue luz de la luna, la hierba canta
sobre lápidas caídas, frente a la capilla rodeada
la capilla está vacía: ahí, es la casa del viento.
Sin ventanas, y una puerta que oscila,
los huesos secos no podrán dañarnos.
Sólo un gallo sobre la viga del techo
co corocó co corocó
un relámpago. Luego, una ráfaga húmeda
nos trae la lluvia

Ganga[23] estaba muy bajo, y las hojas languidecían
esperando la lluvia, mientras las nubes oscuras
se juntaban muy lejos, arriba de Himavant[24].
La selva se agachó, se agazapó en silencio.
Y entonces habló el trueno
DA
Datta:[25] nosotros, ¿qué dimos?
Mi amigo, sangre que agita mi pecho
la osadía espantosa de rendirse un momento
que una vejez prudente no podrá retractar
Por esto, sólo por esto, hemos vivido
lo que no estará en nuestros obituarios
o en memorias decoradas por la araña benéfica
o bajo sellos rotos por el abogado flaco
en la casa vacía
DA
Dayadhvam:[26] escuché la llave
girar una vez en la puerta, giró sólo una.
Pensamos en la llave, cada cual en su celda
pensando en la llave, cada cual confirmará,
cuando caiga la noche, su prisión. Los rumores etéreos
reviven un instante a un Coriolano roto
DA
Damyata:[27] el barco respondió
suavemente, a la mano experta en navegación
El mar en calma, tu corazón habría respondido,
de la misma manera, si lo invitaran, con latir sumiso
ante las manos con control

Me senté en la orilla
a pescar, con la llanura yerma detrás
¿Pondré en orden mis tierras por lo menos?

El Puente de Londres se derrumba …rrumba …rrumba

Poi s’ascose nel foco che gli affina[28]
Quando fiam ceu chelidon[29] — Oh golondrina golondrina
Le Prince d’Aquitaine à la tour abolie[30]
Sólo estos fragmentos apuntalé contra mi ruina
Por eso voy a enderezaros. Jerónimo enloqueció otra vez.[31]
Datta. Dayadhvam. Damyata.[32]
Shanti   shanti   shanti[33]



Traducción: Franco Bordino


[1] “No tengo nada de rusa, vengo de Lituania y soy alemana de verdad”. En alemán en el original.
[2] “Fresco sopla el viento / Rumbo a la patria / Mi niña irlandesa / ¿Dónde estás?”: fragmento de la ópera de Wagner Tristán e Isolda. En alemán en el original.
[3] “El mar desolado y vacío”: fragmento de Tristán e Isolda. En alemán en el original.
[4] “Esas son perlas que fueron sus ojos. ¡Mirá!”: alusión a la canción de Ariel en La tempestad de Shakespeare.
[5] “Santa María de Woolnoth”: templo de Londres perteneciente a la Iglesia Anglicana.
[6] “¡Lector hipócrita! —mi semejante —¡mi hermano!”. Verso final del poema “Al lector” con que Baudelaire abre sus Flores del mal. En francés en el original.
[7] “Cupidon: Cupido en francés.
[8] “laquearia”: palabra latina. La laquearia es un techo de paneles.
[9] “Filomela”: personaje de la mitología griega. Filomela fue violada por Tereo, su cuñado y el marido de su hermana, quien le cortó la lengua y la encerró en un calabozo para que Procne, su esposa y hermana de Filomela, no se enterara. Pero Procne supo finalmente de la violación, y ambas mujeres decidieron cobrar venganza. Asesinaron, cocinaron y le dieron de comer a Tereo a su propio hijo (también hijo de Procne y sobrino de Filomela). Cuando Tereo supo que acababa de comerse a su hijo, se enfureció y quiso cobrar venganza de las dos mujeres. Los dioses pusieron fin a la espiral sangrienta convirtiendo a los tres personajes en pájaros. Filomela fue convertida en ruiseñor y Procne en golondrina.
[10] “iag-iag”: “jug jug” en inglés. Onomatopeya para el canto de los pájaros.
[11] “ese rag shakespiriano”: en inglés, “that Shakespeherian Rag”. Se trata de una canción de jazz, popular en la década de 1910. Los versos que siguen (“es tan elegante / tan inteligente”) son parte de la letra de la canción. Rag o ragtime es un género musical estadounidense con componentes afros y considerado precursor del jazz.
[12] “plata”: en inglés, “money”.
[13] “City”: Centro financiero de Londres.
[14] “lavaban sus partes con soda”: alusión a una práctica anticonceptiva antigua que consistía en lavativas con una solución de bicarbonato (“soda”).
[15] “Y, ¡Oh, qué voces de niños cantan en la cúpula!”, último verso del poema “Perceval” de Paul Verlaine. En francés en el original.
[16] “Tereo”: cuñado de Filomela, su violador. Cfr. nota 9.
[17]C.i.f.”: abreviatura para “Cost, insurance, freight”; en castellano, “costo, seguro y flete”.
[18]carbuncular”: transportamos al castellano y sin modificación el neologismo que acuñó Eliot en inglés. En ambas lenguas, “carbuncular” significaría “lleno de carbúnculos” (los carbúnculos son un tipo de granos). 
[19] Los millonarios de Bradford, empresarios de la industria textil, se habían enriquecido hacía poco (en relación a la fecha de composición de La Tierra Baldía), favorecidos por la Primera Guerra Mundial. Eran lo que suele llamarse “nuevos ricos” y, probablemente, Eliot pensaba que los sombreros de seda no les quedaban bien. 
[20]Strand” y “Queen Victoria Street”, calles londinenses.
[21] “Corredera”: en inglés, “logs” significa “leños”, pero es también un término náutico y significa “corredera”. La corredera es un artefacto que se utiliza para medir la velocidad a la que navega un barco. Es una suerte de peso plano atado a una soga que se lanza por la popa y que el barco arrastra por la superficie del agua.
[22] “sólo las caras rojas taciturnas”: son las mismas caras iluminadas por las antorchas del primer verso de este poema. En el original, en el primer verso dice: “Tras la luz roja de antorcha…”. En nuestra traducción omitimos la palabra “roja” por razones métricas.
[23] “Ganga”: “Ganges” en sánscrito.
[24] “Himavant”: “Himalaya” en sánscrito.
[25] “Datta”: “da” en sánscrito.
[26] Dayadhvam”: “simpatiza” en sánscrito.
[27]Damyata”: “autocontrol” en sánscrito.
[28] “Luego se hundió en el fuego que salva”: verso de la Divina Comedia de Dante. En italiano en el original.
[29] “¿Cuándo me volveré golondrina?”: verso de Pervigilium Veneris, poema anónimo del siglo II. En latín en el original. Recordemos que Procne, la hermana de Filomela, fue convertida en golondrina luego del complot de ambas contra Tereo. Cfr. nota 9.
[30] “El Príncipe de Aquitania en la torre abolida”: verso del soneto “El desdichado” de Gérard de Nerval. En francés en el original.
[31] “Por eso voy a enderezaros. Jerónimo enloqueció otra vez”: en inglés, “Why then Ile fit you. Hieronymo’s mad againe.”. Se trata de una cita de The Spanish Tragedy de Thomas Kyd.
[32]Datta. Dayadhvam. Damyata.”: da, se compasivo y ten control de vos mismo.
[33]Shanti   shanti   shanti”: según las notas de Eliot a La Tierra Baldía, se trata de una fórmula de los Upanishad que significa “la paz que supera nuestro entendimiento”.