III
¿Para que las tumbas si los muertos habitan en nuestras caras?
Si llevamos sus despojos a través del viento de las puertas,
Si soñamos su huida por entre el ropaje de la ventana,
Si perfumamos sus palabras en los portarretratos, con flores en sepia,
Con la mañana teñida del tañido de las lóbregas campanas.
Una estepa fría y una playa llena de arena y cenizas de noche,
Una estampida paquidérmica en la primera plana del diario.
¿Para que las tumbas? ¿Para que los obituarios?
Un viejo saborea su fracaso,
Caminata entre los fragmentos de sueños lunares,
Invernales aspiraciones llenas de nostalgia y congeladas,
Como un canal de San Petersburgo ante la mirada lacónica de enero.
Un violín opaco y glorioso,
Una balalaika en naturaleza muerta y las
Páginas ajmatovianas en bodegón entreabiertas.
Una bella composición sin duda alguna,
Sólo falta el barro que empaña las botas de antaño,
Del ayer que siempre permanecerá como futuro,
Lleno de oro o lleno de miel.
¿Para que las tumbas? ¿Para que los muertos?
¿No lo ves acaso?, lo acabas de decir.
Ellos son nuestras pisadas, ellos son la tierra mojada
Que se esculpe en la sombra de nuestros pasos.
Ellos siempre permanecerán en el futuro,
Oro y miel.
No hay porque olvidar,
El olvido es algo demasiado bello y perfecto,
Algo que nosotros jamás mereceremos.
AUTOR: Tiépolo Fierro Leyton
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