Epistolario I
I
Tranquilo,
es el espíritu.
Si se sienta en una banca
o si recorre eterno
los senderos de un parque.
Si enciende una grabadora
y no se avergüenza
de oír sus propias plegarias,
más cuando Dios
ande triste y contemplando
la sola aureola de sus dedos.
Esa tranquilidad
Se siente como un golpe seco
en las costillas.
Es casi trago húmedo
en la vellosidad exuberante,
que mía se eleva al cielo
y tuya esparce el sonido en la faz planeta,
como un dulce en la lengua de un niño.
Que mía es y tuya me pertenece,
e intacta es llovizna
y ausente primavera.
Esto en lo que refiere a la
Paz de nuestros espíritus,
A tu sexo y los míos.
Tiépolo Fierro Leyton
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