LA VIDA DEL MONJE DE LA
CAMISA COLOR UVA
No hace mucho Nadia me
pidió que no le mandará más correos en la noche.
Voy a empezar hablando de un posible rasgo
esquizoide en mi hermana. Rasgo que desde los 17 de mi hermano Gorgias, llovió
sobre toda la familia. Creo que empezó un día de febrero. Febrero es un mes
violento y trastornante, supongo que tiene que ver con lo escolar y las
amenazas de suicidios. El mundo se vuelve un poco Nippon. Hijos amenazan a sus
madres con harakiris. Un ejemplo real, concreto: viajaba con Gorgias en colectivo (un 15 de
febrero) cuando un muchachito gordo y mofletudo le dijo a su madre: mamá, me
llevé ocho materias, pero si me decís algo me suicido
Mi hermano se puso a vibrar de una manera que
me hizo mirarlo sin cuidado, golpeteó el asiento, le dio unas palmadas al
respaldo del asiento de adelante, vacío gracias a Dios. Y se levantó. Dijo algo
cerca del muchachito y la madre. Sospecho que el chico rindió ocho, o al menos
cinco de las ocho materias.
No puedo, no sabría reproducir las palabras de
mi hermano, pero si podría imitar el tono en que habló. Habló como un testigo
de Jehová. Como un predicador. Con gestos y todo. Pero sin dejar de tocarse el
lóbulo de la oreja.
Por esa época pronunció la frase: Dios crea el
mundo cada día.
Ahora quiero recordar lo que sucedió con Nadia
hace algunos días y después volver unos años atrás. Hace algunos días, ya
meses, Nadia me pidió –encarecidamente- que no le enviara correos electrónicos
después de cierta hora. A las once ella apaga la computadora y se acuesta a
leer. Lee una y otra vez los mismos libros: La Iliada, La odisea, las tragedias
de Sófocles y Esquilo, las comedias de Shakespire, y Rosaura a las 10; los lee
como si fueran revistas de interés general.
Una vez que se acuesta y apaga la maquina, los
correos que uno le envía no le llegan a la maquina sino al cuerpo. Eso me
escribió: si me mandás un mail se me pega al cuerpo, como un calco; los míos se
le pegan a la espalda, y los de sus amantes o pretendientes a los pechos.
Odia tener que levantarse en plena madrugada
porque ya no soporta los mensajes en el cuerpo. Enciende el aparato, espera la
carga y por lo menos tiene que ojear el contenido de los mails. Insulta a las
cadenas y a las alegorías estúpidas. Alegorías que critican al gobierno desde
el más miserable individualismo, dice ella socialmente conciente.
Cuando me llamó para contarme todo esto, pensé
que se trataba de una metáfora. Un llamado a las cuatro de la madrugada. Mirá
lo que me mandó este hijo de pu…, dijo: me leyó una alegoría. El dibujo de una
granja. La alegoría tranquilamente podía ser reemplazada por la fábula de la
hormiga y la cigarra, o, más fácilmente por un mensaje que dijera: ¿leyeron el
cuento de la hormiga y la cigarra? Vamos camino a tener que dar la mitad de
nuestros bienes a la cigarra.
Te pido por favor, me dijo Nadia, que no me
mandes correos después de las once. Encarecidamente.
Encarecidamente. La imaginé con el pelo
planchado y el traje almidonado. Y me acordé de la vez que protegió a la
cucaracha.
Si dijera las razones que mi hermana ponía
podría malinterpretarse. Sería como querer transmitir la frase de un sueño.
Ella decía que la cucaracha que estaba en la pared, asquerosamente teniendo
cría, podía ser papá. Curiosamente era tarde y papá aún no llegaba a casa.
¿Pero en verdad quería decir solamente papá?
Sí, pero también la abuela, y su amiga Rocio, que estaba en un hospital, muy
cuidada pero grave.
Hubo una discusión a la luz amarilla de la
pieza. Única luz en toda la casa.
Tengo a mano una tarjeta
que confeccionó mi hermano: bajo una noche celta una muchacha abre los brazos,
como aquella noche los abrió mi hermana para defender a la cucaracha.
Raramente mi hermana dormía sobre la ropa de
cama. Y ahora, mientras escribo puedo ver a Gorgias, parado bajo el umbral,
notando, descubriendo, que el mundo puede ser un potente vomitivo pero también
es un mundo de tarjeta; en el que se dan esta especie de milagros. Una niña
durmiendo sobre la ropa de cama, con las manos juntas como almohada. Tal vez después de esa imagen, mi hermano
haya decidido usar una camisa color uva y dedicarse a la confección de tarjetas
con poemas.
Anhelo una tarjeta que Nadia se llevó como
señalador: la maldad ha formado nubes/ y esta mañana vomité.
Recuerdo ese inexplicable vómito de mi
hermano. Sentado al inodoro, se tiraba estruendos mientras gritaba que estaba
negro y contrariado como Jesús. Todo ese día las paredes habían estado
acosándolo. No había nota de Readers ni dibujo de Atalaya que lo calmara.
Gritaba cosas sin sentido mientras se colgaba de una escalera de pie. Como si
quisiera subir a algún lado. Minutos antes de vomitar escribió una tarjeta que
después corrigió mientras el perro pasaba la lengua por el charco de vómito.
Pero volviendo a la noche de la cucaracha:
Nadia protegía a mamá de convertirse en
asesina. Mamá con pantufla en mano (todos teníamos pantuflas en casa: azules,
rojas, rosas y negras.)
Gorgias miraba, ansioso
por saber si Nadia podría resistir. Sonreía. Y un aplauso se le escapó cuando
Nadia abrió los brazos y dijo: NO. Mamá bajó la pantufla y la cucaracha escapó.
Escribir todo esto me agotó. El recuerdo no
tiene sentido para mi, ni para el lector. Además tuve que taparme los oídos del
alma para dejar de escuchar las frases que mi hermano gritaba colgado de la
escalera.
Hoy a la mañana, después de escribir todo lo
que ya leyeron, fui a la casita que cuido. Las ventanas de vidrio estaban
cerradas pero las cortinas levantadas. Cuando metí la llave en la cerradura, un
pajarito se estrelló contra el vidrio. Del lado de adentro. Trataba de salir.
Cuando abrí la puerta la golondrina rebotó tan fuerte contra la ventana que fue
a parar a un rincón, entre unas cajas de cerámica. Cerámica que en algún
momento tendré que colocar en el piso de entrada.
Sinceramente nunca vi a mi hermano hacer lo
que yo hice. Extendí el dedo para que la golondrina se posara. Pero era una
imagen muy posible, y si escribiera una ficción pasaría el acto de extender mi
indice y después soltar el pájaro, a mi hermano, en camisa color uva.
Matías Rano
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