Lírica de las tuberías
El
colectivo que aúlla, el auto que frena,
la
luz remota vista desde la manzana entera
sin
luz, a oscuras; los comerciantes afuera de sus negocios fumando,
viendo
pasar —tranquilamente— la lengua húmeda de las llamas de noviembre;
la
tranquilidad del charco
y
del silencio
al
estar desmayados los pulmones gélidos
que
se adhieren a las fachadas: el tiempo contado en agua y sonido,
la
fuente de savia fría que succiona los rostros,
imantado
espejo de las caras.
La
gente se ha bebido demasiado rápido —eso pasó—
toda
la sangre tibia de los aires acondicionados; el vestido de la ciudad,
los
revestimientos sobre el trópico, en los dientes y en las frutas.
Pájaros
relampagueantes bajo las corbatas.
Pero
lo que más me mueve
a
reflexionar, bajo el tin-tin lejano de las cacerolas,
es
el sonido instantáneo de la luz que vuelve
y sus
párpados metálicos cayendo como persianas rotas
sobre
el arpón del vidrio, y las chispas sonoras,
las
chispas transparentes sin-material-sonoras,
vibrando
como una muerte de insecto
fulminado
en un instante. Me hacen recordar
que
tras el cristal hay fuerzas, levantando la cortina fluorescente
del
blanco hueco instalado en mi cocina.
—La luz no es un lugar, el espacio no es
un lugar, la calle no es un lugar.
Hasta
el colectivo lucha
por
mantener su cuerpo
con
fluidos pujantes bajo la carrocería.
Y
que yo constate esto no es casualidad:
aprendí
a hacerlo de otros, guardianes y maestros
del
flujo vivo tras las piedras, del canto metálico
de
venas y de ríos.
Hoy, Boedo
es
la naturaleza entera:
Todas
las penumbras del mundo en esta ciudad, todas
las
noches eternas en este apagón.
7-8/11/2012
AUTOR: Franco Bordino
AUTOR: Franco Bordino
¿A quién se le ocurriría poetizar un apagón sino a un poeta? Muy bueno
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