¿Qué quiero en estos cuartos empapelados con
visiones de dinero?
¿Cuánto puedo hacer cortándome el pelo? Si le
pongo tacos nuevos a mis zapatos,
si lavo mi cuerpo con olor a transpiración y a
masturbación, capas y capas de
excremento
desecadas en oficinas de empleo, salas de
recepción de revistas, cubículos estadísticos, escaleras de
[fábricas,
guardarropas de los dioses sonrientes de la
psiquiatría;
y si en las antesalas enfrento la presunción
de empleados supervisores de supermercados,
viejos cajeros en sus refugios de grasa, los
vagos y estúpidos del ego, con dinero y poder,
para contratar y echar y hacer y romper y
tirarse un pedo y justificar su realidad de ira y rumor de ira al
[hombre harto
de ira,
¿A qué guerra estoy entrando y a qué precio? La
pija muerta de la obsesión habitual,
la visión bruja de la electricidad en la noche
y la miseria diurna de la furia que se chupa el dedo.
Preferiría volverme loco, recorrida la
carretera oscura hacia Méjico, heroína goteando en mis venas,
los ojos y los oídos llenos de marihuana,
comiendo al dios Peyote en el piso de una
choza de barro en la frontera
o yacer en un cuarto de hotel sobre el cuerpo
de algún hombre o mujer dolientes;
preferiría sacudir mi cuerpo por la carretera,
llorando por una cena bajo el sol occidental;
preferiría arrastrarme con mi panza desnuda
sobre las latas de Cincinnati;
preferiría arrastrar una corbata de rieles
podridos hasta un Gólgota en las Rocosas;
preferiría, coronado con espinas en Galveston,
clavado de pies y manos en Los Angeles, levantado para
[la muerte en Denver,
perforado en un costado en Chicago, muerto y
sepultado en New Orleans y resucitado en 1958 en algún
[lugar de Garret
Mountain,
descender rugiendo en una llamarada de autos
calientes y de basura,
el Evangelio de la esquina enfrente al
Municipio, rodeado con estatuas de leones agonizantes,
con una bocanada de mierda, y el cabello
saliendo de mi cráneo,
gritando y danzando en alabanza a la Eternidad aniquiladora
de la vereda, aniquiladora de la realidad,
gritando y danzando contra la orquesta en el
salón de baile destructible del mundo,
sangre brotando de mi vientre y hombros
inundando la ciudad con su éxtasis horrible,
rodando sobre el pavimento y las autopistas
por los pantanos y los bosques y las grúas
dejando mi carne y mis huesos colgados de los árboles.
Traducción: Franco Bordino
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