El hombre santo teje su telaraña.
Le dicen santo porque mata mejor que ninguno
Y porque recita los mejores epitafios.
Por eso es santo y es extraordinario,
porque ejecuta la muerte
como quien practica un arte.
Es minucioso, austero, disciplinado y veloz,
Pero sobretodo piadoso.
No mata con gusto
ni con displicencia.
No mata como un sicario cualquiera.
El hombre santo mata con dolor
porque sabe que está matando.
Uno -si pudiera-
moriría repetidas veces bajo su puñal.
Tan delicado es,
que la luna detiene su marcha
para contemplarlo y oírlo
matar y cantar.
Su voz -como un arrullo- despide al moribundo.
El hombre santo canta versos dulces
al oído de su víctima.
Aquellos mismos versos
que le cantaban en su inocencia.
La Muerte
Y el nacimiento,
para un nubio santo,
es todo lo mismo
cuando mata a orillas del Nilo.
Autor: Gustavo Roumec
Ilustración: "El surrealismo del fénix" de Marilola
un abrazo compañeros
ResponderEliminarsalud a usted, compañero fabrega, siga leyendo y compartiendo con nosotros fragmentos de esta luz
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