Es una historia estúpida, suena estúpida. Tito dice que no es tan estúpido si lo analizamos... hoy en día la familia está perdida, no hay parroquia ni nada que contenga a los jóvenes. Si el muchacho (se refiere a Alejandro) hubiese creído que Joaquín vendía un hongo que lo hacía volar, también venía y lo compraba. Se trata de cualquier cosa que los saque de la vida real.
Con tito tenemos un poli polirubro. Trato de contar algo serio y esto parece broma, pero es así. Abarcamos demasiado, desde alimento para lactantes, hasta diversión para los adolescentes del barrio. También brindamos medio de transporte. Joaquín, mi hijo, se encarga del remís.
Le pregunté la otra noche:
—¿Hijo, vos sabías todo esto y sacaste provecho?
—Mamá, dejame dormir. —dijo. Es entendible. Tito se lo preguntó mil veces, se lo preguntó un policía. Hablábamos de provecho económico.
"Un viaje en el tiempo" dijo tito en el desayuno "no debe estar menos de 100 pesos".
Lo dijo con humor, pero yo no estoy para chistes. Eso convertiría a mi hijo en un delincuente. En cambio, si lo hacía por diversión, bueno... ¿Quién hubiera imaginado lo que pasó después?
Vamos al día que empezó todo. Un viernes a la noche, se apareció un muchachito solitario. Se paró en la puerta del almacén, se dio cuenta de que asustaba con esa capucha y se la sacó.
—señora —dijo, se disculpó—, necesito hablar con el remisero. Pero antes tengo que pasar.
Subió al primer piso, donde están los videojuegos y el pool.
Yo creo que ese chico vivía o quería vivir en un sueño. Eso es lo que pasaba.
(Voy a decirles algo íntimo: cuando sueño no me privo de nada; no cuento mis sueños, nada tienen que ver con mi infancia o mi papá. Mis sueños son otra cosa, en ellos hago lo que quiero, sin límites. Esto le pasaba al chico Alejandro, se sentía en un sueño cuando hizo lo que hizo.)
Arriba estaban los amigos de Joaquín, jugando a los videojuegos. Creo que Alejandro subió a entregarles plata. Creo que le vendieron el pasaje al futuro porque el chico bajó con un papelito. Y se lo entregó a mi hijo.
Me imagino al muchachito diciéndole a mi hijo: diez años al futuro. Pero eso ¿quién podría saberlo?
Lo que es seguro es que los amigos de Joaquín sacaron provecho. Le vendieron la mentira como si le vendiesen droga. Ni para dílers sirven. Sí, es una historia estúpida.
El muchacho, Alejandro, está desaparecido. Lo vieron prender fuego una casa y disparar una pistola. El chico creía que el Renault 21 de Joaquín era una maquina del tiempo.
¿Cuanto cobrás el año? ¿El mínimo es de dos meses? Che, llevame una horita para atrás que llego tarde al trabajo. Bromas del barrio, pero hay muertes de por medio.
Alejandro parecía presa fácil, uno de esos chicos oscuros, al estilo junior de patagones, dice tito. No era del barrio, venía de capital.
Desde ese viernes a la noche, el chico empezó a venir cada viernes. Joaquín lo llevaba siempre al mismo lugar, todo derecho.
No puedo dejar de imaginar al chico dando un billete de 100 a mi hijo. El muchacho le pedía que lo pasara a buscar en media hora. Joaquín no lleva a chicos a comprar drogas, cuando sospecha que se trata de eso, deja de llevarlos. Él dice haber creído que se trataba de sexo.
Un viernes a la noche Ezequiel —uno de los desocupados por elección, amigo de Joaquín— se apareció vestido como uno de los personajes de la película Mad Max y atacó a Alejandro con una navaja. Yo estaba por salir con la escoba pero Manucho apareció vestido de eternauta y defendió al "chico oscuro".
Joaquín se llevó al chico al barrio de los abogados y al rato Manucho vino sin el casco y me dijo que el Street fighter le había tragado las monedas. ¿Qué carajo haces vestido así?, le pregunté. Vago de mierda...
Cuando salió en el diario la casa que incendió el muchacho, Tito dijo:
—Nadie habla del ciruja que dormía ahí. El nene se habrá divertido de lo lindo viéndolo arder.
Hoy escondí el diario para que no se vuelva a hablar del tema. El chico apareció rostizado en una casa abandonada.
Levanté la cabeza del diario y le pregunte a mi hijo:
—Si todos los viernes te pedía que lo lleves y después lo fueras a buscar ¿que pasó ese viernes que no lo fuiste a buscar?
No contestó. Se fue revoleando las llaves del coche, a llevar pasajeros. Arriba, estaban los dos amigos de Joaquín. Subí. Manucho jugaba un juego de pistolas. No pude dejar de mirarlo. Ensañado, disparando contra gente de mentira.
Ezequiel dijo:
—No nos pueden encarcelar por una broma del día del inocente, doña Marta. Nosotros no vendemos droga ni nada. No sabíamos que la cosa iba a terminar así.
Manucho, sin dejar de disparar, dijo:
—Joaquín solamente le cobraba los viajes. Sí a nosotros alguna vez nos tiró una comisión...
—¿Qué?
El otro lo codeó.
—Nada, Marta —dijo Ezequiel— el pibe tenía una vida difícil, tarde o temprano iba a terminar así.
Después me contaron que Alejandro era compañero de karate de ellos y siempre los invitaba a jugar con la playstation. Dos muchachos que deberían tener la vida resuelta jugando con un chico de 16 a la playstation. Incluso Manucho, tiene un nene en edad escolar.
La broma había surgido mientras jugaban. Se habían dado cuenta de que el chico era capaz de creerse cualquier cosa. Manucho le dijo: "¿Sabés que tenemos un amigo que tiene una maquina del tiempo?".
28 años cada uno, y proyectaron esa broma, según ellos sin fines de lucro. La proyectaron con el mismo entusiasmo de un emprendimiento comercial.
—Así que el chico usaba el futuro como una realidad virtual —dijo Ezequiel—. En el futuro hacía de las suyas, total, después volvía al pasado o al presente, yo que sé. Dicen que abusó de una chica, se exhibió...
—Con razón Joaquín cuenta que el chico a veces subía agitadísimo al coche —dije.
—Lo único que hacía joaquín es traerlo marcha atrás, como volviendo al pasado, o sea al presente, Marta —dijo Manucho.
Así que mi hijo también participaba.
Es la cosa más estúpida que escuché en mi vida. Después de oír a los vagos volví a casa y me tiré al sillón. No sabía si llorar o reírme. Tito miraba las noticias. Había más, mucho más sobre el caso del chico oscuro.
Le dije a tito lo de la marcha atrás.
—Es así —dijo él—. Sin familia, sin Dios... Estas son las cosas que pasan.
Pero esto es demasiado estúpido.
AUTOR: Matias Raño
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