Sobre el Hombre Topo
SOBRE EL HOMBRE TOPO:
Escriben en esta revista: Franco Bordino, Matías Rano, Gustavo Roumec, Tiépolo Fierro Leyton, Juan M. Dardón, Tomás Manuel Fábrega y Xabier Usabiaga.
jueves, 6 de junio de 2013
Historia de amor
Ibas bebiendo el vino de tus pasos,
Cómo alguien que se arranca el corazón y sufre en soledad,
Que muestra al sol sus duras y claras penas.
El corazón es exhausto y desgarrado es tambor por el oro
De una incesante inocencia.
Eras taberna andante,
Pululante y exquisita, fuiste sin rumbo.
Apoyando ese andar sublime
En la médula ebria de un adiós.
Los ríos también cambian su curso,
Cuando un salmón a una roca le sonríe.
Habla la tarde y se desploma,
Dando tumbos y engendrando horas frenéticas
Habla…
Cómo si nos hubiera bebido a los dos:
Despotricados, vivos,
Lamiendo su rostro con bocas transparentes,
Palpando el cielo con los dedos,
Poco a poco, haciéndolo frágil,
Soltando tu voz prisionera,
Bañando matorrales humanos,
Regocijando las hojas de cien mil árboles huérfanos
En el habla enloquecida de amargo néctar,
Posándote en nubes vagabundas haciendo gárgaras con vino.
En espacios líquidos que juegan siendo el tiempo,
El tiempo que corre más hermoso se transforma o muere.
La lluvia queriendo ser tequila,
Los autos que se tambalean en su bucólico mareo de alambique.
La bóveda celeste y su bar con botellas vacías,
Las casas inmóviles por la resaca,
Mañana se bañaran en caldo.
Y veíamos escarabajos anegándose en la cerveza de las calles,
Y observábamos regurgitar sangre a las chinches.
Dando traspiés ambos, balanceando, tropezando,
Nos embriagamos bajo la cálida copa de un día así.
La vida pronto se evaporará en silencio,
Como un tufo báquico al amanecer.
Reímos y lloramos.
Con cada choque de labios, con cada pie pájaro,
Vuelo y aire te haces en mi vista.
Te adelantaste dando saltitos,
Como silvestre flecha hendida
En las carnes de un animal furioso.
Soltándote de mis sucias manos,
A mitad del asfalto murmurando en voz alta
Nuestra canción de amor beodo.
Y lentamente me apresuré a ir a tus brazos,
Yo soy hiedra, enredadera y muérdago,
Soy serpiente que abraza tu cuerpo,
Soy la piel volátil que da de beber a tu sed hambrienta.
Lánguido se despabila el correr
En horas de angustia.
Anduve así, denso como alcohol
Que gime en las entrañas de algo.
Y tú ahí, quieta, a mitad de la calle quieta,
Cómo una vena abierta al sol
Escurriendo su borrachera.
Ahí a mitad del húmedo pavimento,
Inmóvil, con la mirada perdida
En una vista extraviada.
Corrí hacia ti, desmadejado,
Lentamente con zancadas que son zanjas
De aliento dipsomaníaco y hundido.
La ilusión centellea hasta
En la luz cegadora de un túnel que se va extinguiendo.
¡Ya por fin! ¡Te he alcanzado!
¡Me inclino a tus pies! ¡Devoro un mojado sendero!
¡Embriago la cordilleresca linfa de mis dientes!
¡Te cubro como el viento! ¡Recorro en tu saliva el mar que Ulises jamás navegó!
¡Susurro pensamientos!
¡Canto y grito! ¡Soy feliz! ¡Soy el hombre más feliz del universo!
El tiempo cuando se escapa es perfecto.
Y oigo la voz interna y cruel sonreír:
-Mirad a ese pobre tipo,
Mirad como lame el cemento.
¿Está acaso loco? ¿Esta acaso ciego?-
A mí mismo lágrimas destilo:
-No, está muy ebrio.-
Tiépolo Fierro Leyton
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