“El gusto exclusivo por lo Verdadero (tan noble cuando se
limita a sus legítimas aplicaciones) oprime y asfixia el gusto por lo Bello.
Donde sólo debería apreciarse lo Bello, nuestro público sólo busca lo
Verdadero. No es artista, naturalmente artista; filósofo quizás, moralista,
ingeniero, amante de las anécdotas instructivas, y todo lo que quieran, pero
jamás espontáneamente artista. Siente o, mejor aún, juzga sucesivamente,
analíticamente. Otros pueblos, más favorecidos, sienten en seguida, todo a la
vez, sintéticamente.”
“Hablaba anteriormente de los artistas que quieren
sorprender al público. El deseo de sorprender y ser sorprendido es
absolutamente legítimo. (...) Toda la cuestión, si me exige que yo le confiera
el título de artista o de aficionado a las bellas artes, consiste en saber por
medio de qué procedimientos quiere usted crear o sentir el asombro. Como lo
Bello siempre es sorprendente, sería
absurdo suponer que lo que es sorprendente es siempre bello. Ahora bien, nuestro público, que es singularmente
incapaz de sentir la felicidad de la ensoñación o de la admiración (signo de la
pequeñez de espíritu), quiere ser sorprendido por medios ajenos al arte, y sus
artistas obedientes se conforman a su gusto; quieren impresionarlo, asombrarlo,
dejarlo estupefacto mediante estratagemas indignas, porque lo saben incapaz de
extasiarse ante la táctica natural del arte verdadero.”
Charles Baudelaire, SALÓN DE 1859
No hay comentarios:
Publicar un comentario