Un gorrión, confundido,
suelta una palabra.
Se le escapa y es su sombra
espanto de la noche agarrotada.
¡Oh, espanto!
La palabra del gorrión.
Desfigurado el rostro de esa noche
de las alarmadas golondrinas
de las llamas urgentes y cavilosas
de tanto vate alucinado que en la noche aguarda.
En silencio todo ante este brote amargo de ave estupefacta.
Reverencia así del gorrión a nuevas tempestades,
a equinoccios forzados,
a sus otros vuelos
y a la misma noche.
Reverencia así del gorrión
a su propia muerte.
XABIER USABIAGA
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