LO LIBRE Y LO CULTO, PEQUEÑO ESBOZO
DEL ARTISTA DE VANGUARDIA
Al separar arte de
cultura podría caerse en la concepción que Schopenhauer tiene de aquel, como un
liberador del yugo existencial. Y ciertamente sonaría disparatado decir que el
arte no es cultura, ya que siempre se asocia a lo culto con lo artístico. El tema
de lo culto, de la cultura como fenómeno social y humano ha sido una preocupación
constante dentro de la antropología.
Hay un sinfín de
definiciones de lo que es cultura en la teoría antropológica, pero se podría
plantearla como la “domesticación” o el “dominio” del pensamiento humano en contraposición
de lo salvaje, es decir el ordenamiento de lo externo al hombre en sus propios
términos. Esto partiendo de la distinción Naturaleza/Cultura evidente en la
etimología de la palabra cultura, ya que esta se deriva de cultivar y cultivar
es “ordenar la naturaleza”. Es pues la cultura sin duda un aspecto primordial
de una sociedad ya que encarna su pensamiento, establecido a
su vez en la figura de los mitos que conforman su tradición. Mitos
que al narrarse a sí mismos narran el germen de las sociedades y siembran el
pensamiento de una sociedad, su cultura. Es entonces el principal papel de los
mitos sembrar en primera instancia estructuras de conocimiento
que se reflejarán en el comportamiento social de una comunidad. Lo interesante
de los mitos es pues su lenguaje casi mágico, a veces inexplicable, que llega
incluso a confundirse con lo artístico, y aquí esa dónde vamos.
Primero que todo el
lenguaje artístico difiere del lenguaje mítico en el simple hecho de que el
primero no busca imponer estructuras de poder a
diferencia de los mitos. En este sentido ha de entenderse el espíritu
libre e independiente de lo artístico, tal como es su lenguaje. Indudablemente
va a estar impregnado de referencias a lo cultural, intencionales o no, porque
sencillamente el arte se desarrolla entre los seres humanos y estos a su vez
son los elementos indispensables para que exista cultura, sociedad y también el
arte como concepto (el artista ante todo, es un hombre). El arte puede
engendrar cultura sin necesidad de ser parte de esta. Lo que hace obra de arte
a una obra de arte, depende únicamente del artista. Los consensos sociales
existen a la hora de manifestar una estética, no lo niego, pero no son los que
engendran lo artístico, en ningún momento. Entre estética y arte hay una
diferencia sustancial; la primera va dirigida a una apreciación de algo, a un juicio
generalmente desprendido de la cultura y la sociedad en que se vive. El arte,
el genuino arte es una entidad del alma del artista que se materializa en su
obra. Es idea, objeto y verbo a la vez; si un lenguaje artístico se enfocara en
establecer estructuras de poder como los mitos (la génesis de la cultura y las
sociedades) simplemente estaría muy lejos de lo que lo hace arte (el artista),
sería más cercano a una estética o una tradición. Semejante a los mitos que
crean un imaginario social y un discurso cultural, el artista da forma a su
lenguaje artístico; sin ser del todo mito pero siendo hombre, posiblemente se
llegue a desprender una tradición de su obra, sin ser su propósito central.
El establecimiento y mantenimiento de una tradición depende de
la sociedad (de su gusto y estética), no del artista.
Con esto no quiero
manifestar la predilección de una obra artística por sobre la producción cultural
de una sociedad, ninguna es más que otra, ambas son productos nacidos de lo
humano. Sin embargo, lo libre y lo culto son cosas distintas que en muchos
artistas han ido de la mano a la hora de crear, la música barroca por ejemplo.
Pero en el artista de vanguardia lo dudo. Esa es la lógica de la vanguardia,
romper con lo establecido. En estas épocas del segundo milenio nuestro dios es
el individuo, y lo artístico se ha caracterizado por provenir de ahí, del
individuo conocido como artista. Sin embargo este es el establecimiento, el
canon que la crítica especializada ha definido para el oficio artístico. En una
época atomizada en todos los sentidos, el oficio del artista se ha enfocado en sí
mismo, en el individuo. Una época que necesita y pide a gritos un poco más de
unión entre las voces ocultas, todos nosotros que hacemos parte de este mundo.
Sí, el discurso de globalidad aboga por la multiplicidad de opiniones y
pensamientos, el acceso por parte de toda la gente a estas. Pero son ideas sin
conexión, separadas unas de otras como gritos en el vacío. Átomos vagabundos y
muchas veces carentes de esencia o fuerza creativa alguna. Y esto, es muy
visible en las actividades humanas contemporáneas, sobretodo en el arte de
nuestra época, atomizado y ajeno a cualquier fuerza creativa que destruya de
una vez por todas ese consenso estético (muchas veces hueco, sin alma ni
compromiso con el oficio del espíritu como es el arte) y se pase de artistas
parados en el seno de la individualidad a hombres espiritualmente
conscientes de su oficio, de su vida. Una idea es un acto de resistencia,
como decía Deleuze. Una idea en el arte nace del artista, y es responsabilidad
de este desarrollarla y darle vida, o destruirla y condenarla al olvido. Pero
algo sucede con buena parte de las ideas artísticas de hoy, no resisten a nada
ni contra nada, nacen en el aislamiento y viven en el aislamiento total de lo
que es el mundo. Una cosa son las tradiciones y otra las gentes con las que
vivimos, ¿a qué apunto con todo esto? Una tradición nunca debe estar por encima
de los hombres, ante todo somos humanos; un juicio estético de un circulo
especializado de una sociedad no debe nunca imponerse frente a otras formas de concebir
lo artístico. En nuestro caso, un individuo no debe primar frente a los demás,
nadie es más que otro ni más que nadie. Otra cosa palpable y perceptible, es
que al parecer los artistas de hoy están completamente alejados de una buena
parte del público; artistas por y para la crítica, pocos habrán que sean
artistas por y para los artistas y muchos menos artistas por y para la
humanidad o el universo mismo.
El artista de
vanguardia ha de ser individuo pero solo para consigo mismo, es decir ser como
se dijo antes espiritualmente consciente de lo que hace. El artista de
vanguardia ha de ser libre a la hora de dar forma y origen a su obra, de
imprimirle alma y sentido. No debe depender de ninguna estética, ni
tradición, ni consenso social. El artista de vanguardia ha de volverse mítico
pero sin hacer parte de la lógica de los mitos que es establecer, el artista de
vanguardia rompe los establecimientos, renueva más no preserva. Transformar y
resignificar, reproducir y retratar, evocar y tergiversar. Todo esto y muchas
otras cosas más puede hacer el artista a la hora de abordar su realidad (la
estética, la tradición, los consensos sociales) indudablemente producto del
lugar y el tiempo en el que viva, pero el cómo hacerlo es lo
que lo hace libre de lo culto. Es una cuestión más de honestidad que de
definición, el arte en sí llega a ser indefinible. Es por ello que los juicios
estéticos de la crítica no deben hacer mella en el artista, esa estética es
propiedad de un consenso social. El arte, no les pertenece, es único del
artista y el artista es un ser que se hace universal junto con su arte cuando,
efectivamente, crea.
Tiépolo Fierro Leyton, Bogotá 19/11/2014
(Imagen: "Baile en el Moulin Rouge", Henri Tolouse-Lautrec
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