Sobre el Hombre Topo
SOBRE EL HOMBRE TOPO:
Escriben en esta revista: Franco Bordino, Matías Rano, Gustavo Roumec, Tiépolo Fierro Leyton, Juan M. Dardón, Tomás Manuel Fábrega y Xabier Usabiaga.
lunes, 31 de diciembre de 2012
Palabra Muda
Hay magia en tus palabras.
Lo sé,
Aunque a veces
En lugar de descifrarlas
Las mutilo desprolijamente
Perdiéndome en laberintos sin hilos.
Y pregunto qué misterio
Construyen tus sueños en torno a mí,
Qué fuerza imperceptible se hace presente
Y me abraza firme y tesonera,
Tensando nuestros músculos en un acto imposible
De evitar.
Se refugia en el olvido, esa fuerza
Se refugia en mis olvidos, en los nuestros,
Y se disfraza de miedo a las alturas
Y de vértigo ingenuo,
Como el de pararse en una silla
Sin dejarse caer
Haciendo equilibrio.
Se refugia en mis olvidos
Para que no vea de dónde proviene,
Esa palabra muda que me define
Y me acerca a lo que soy.
Es una ausencia presente,
Tan lejana que lastima.
Hay magia en esa ausencia,
Sé que hay magia allí
Y por eso mismo
no me resigno
a perderme
en esos laberintos.
AUTOR: Gustavo Roumec.
René Daumal - Memorables
Acordate: de tu madre y de tu padre, y de tu primera mentira, cuyo indiscreto olor se arrastra por tu memoria.
Acordate de tu primer insulto a los que te engendraron: la semilla del orgullo fue sembrada, resplandeció la fisura quebrando la unidad de la noche.
Acordate de los anocheceres de terror en los que el pensamiento de la nada te arañaba el vientre, y volvía siempre a carcomerte como un buitre; acordate también de las mañanas de sol en el cuarto.
Acordate de la noche de liberación cuando al caer tu cuerpo desatado como un velamen, respiraste un poco del aire incorruptible; acordate también de los animales viscosos que te volvieron a capturar.
Acordate de las magias, de los venenos y de los sueños tenaces; – querías ver, te tapabas los dos ojos para ver, sin saber abrir otro.
Acordate de tus cómplices y de los estafas, y de ese inmenso deseo de salir de la jaula.
Acordate del día en que reventaste el lienzo y fuiste apresado vivo, fijado en el mismo lugar dentro del estruendo de estruendos de las ruedas de ruedas que vuelven sin volver, dentro tuyo, sujetado bruscamente siempre por el mismo momento inmóvil, repetido, repetido, y el tiempo sólo daba una vuelta, todo giraba en tres sentidos innumerables, el tiempo se cerraba al revés, – y los ojos de carne veían sólo un sueño, solo existía el silencio devorador, las palabras eran pieles secas, y el ruido, el sí, el ruido, el no, el aullido visible y negro de la máquina te negaba, – el grito silencioso “yo soy” que los huesos oyen, por el cual la piedra muere, por el cual cree morir lo que nunca fue,– y no reaparecerías a cada instante sino para ser negado por el gran círculo sin límites, todo puro, todo centro, todo puro excepto vos.
Y acordate los días que siguieron, cuando marchabas como un cadáver hechizado, con la certidumbre de ser devorado por el infinito, de ser anulado por la existencia única de lo Absurdo.
Y acordate sobre todo del día en que quisiste, no importa cómo, arrojarlo todo, – pero un guardián velaba en tu noche, velaba mientras dormías, te hizo tocar tu propia carne, recordar a los tuyos, recoger tus andrajos, – acordate de tu guardián.
Acordate del bello espejismo de los conceptos, y de las palabras conmovedoras, palacio de espejos construido en un sótano; y acordate del hombre que vino, que rompió todo, que te tomó con su tosca mano, te arrancó de tus sueños y te hizo sentarte sobre las espinas del pleno día; y acordate de que no sabes recordarte.
Acordate de que todo se paga, acordate de tu felicidad, pero cuando fue triturado tu corazón, era muy tarde para pagar por adelantado.
Acordate del amigo que tendía su razón para recoger tus lágrimas, brotadas de la fuente helada que violaba el sol de primavera.
Acordate de que el amor triunfó cuando ella y vos supieron someterse a su fuego celoso, rogando morir en la misma llama.
Pero acordate de que el amor no es de nadie, de que en tu corazón de carne no hay nadie, de que el sol no es de nadie, ruborízate al contemplar el cenagal de tu corazón.
Acordate de las mañanas en que la gracia era como una bastón amenazador que te conducía, sumiso, a través de tus jornadas, –¡bienaventurado el ganado bajo el yugo!
Y acordate que tu pobre memoria entre sus dedos entumecidos dejó escapar el pez de oro.
Acordate de los que te dicen: acordate, – acordate de la voz que te decía: no caigas, – y acordate del dudoso placer de la caída.
Acordate, pobre memoria mía, de las dos caras de la medalla, – y de su metal único.
1942
Traducción: Dardón&Bollini.
jueves, 27 de diciembre de 2012
Girones
Qué mirada suave
Se posa y se vuelve
Y se posa y se vuelve
Para mirar más allá
Y más allá.
Qué roce
Me roza y me olvida
Me roza y se va.
Qué vieja fuerza
Me atrae y doy pasos
doy pasos, me atrae
Que baja y sube
Y va.
Fuerza que sube y que baja
Y que tira y me tira
Y me empuja y me posa
Mientras el cielo se muere ebrio
Mirando la luna
Mirando y gimiendo se muere ebrio
Y tapa la noche con su falda girones
Tapan el cielo girones de noche
Y oscura me dejan girones la voz.
Y el canto que sube, me fuerza, me ataca, me roza, me tapa, me empuja,
Que sube, que baja, que posa, da pasos
Y muere en mi voz
En mis girones
Se muere
El poema
Su voz.
AUTOR: GUSTAVO ROUMEC
PINTURA: ZDZISLAW BEKSINSKI
¿Cómo vamos a recorrer esta avenida en eso?
Recién cuando llegó a casa se dio cuenta de lo que había pasado. Para mí que sufrió eso que ahora llaman shock. Shock emocional. Apenas cerró la puerta empezaron a temblarle las piernitas. Yo lo ví y él no lo disimuló. Se sacó el pantalón y todo; como si quisiera mostrarme lo que le pasaba, sin pudor. Su contextura nunca fue grande pero compensaba con su temperamento; un temperamento ¡tan italiano! Pero ese día le temblaban las piernas. Y yo pensé que podía caer un chorrito de pis tranquilamente. Mañana te llevo a la clínica, me dijo, después voy a la agencia; entrego las llaves y se acabó. Ya no manejo más.
Prefería la bicicleta. Con la bicicleta uno para, se sube al cordón. Él tiene un reparto de bolsas camiseta de polietileno. Le sugerí que comprara una motito con la plata del coche. Pero la moto, según él, era un ataúd y yo quería enviudar.
Las motos son un peligro para los jóvenes que no tienen conciencia de la muerte. Hace uno o dos años nos quedamos atascados en un embotellamiento cerca del paso a nivel del club “Los patos”. Entonces todavía jugábamos al tenis en parejas con Nelly y Oscar (Hacíamos intercambio de parejas: Nelly con Rubén y yo con su Oscar. Y de un día para otro Oscar se nos fue; Nelly empezó a llamarme todos los días, siempre la misma anécdota. Un día el protagonista era Oscar al otro día su padre. Tuve que desconectar el teléfono durante las tardes hasta que Nelly también se nos fue.). Volviendo a esa destemplada tarde de domingo, al embotellamiento quiero decir: nos enteramos de que más adelante había habido un accidente de moto. Nelly y yo íbamos en el asiento trasero y ella me habló sobre la conciencia de la muerte. “Un viejo puede andar tranquilamente sin casco que nunca va a pasarle nada ¿Alguna vez viste a un viejo muerto en un accidente de moto?”. Más adelante ellos comprobaron que el accidentado era un joven. Yo no quise mirar, pero sentí; juro que sentí la muerte, como aquella vez que me dormí- en el jardín de la casa de mi abuelita- sentí una gata peluda arrastrándose por mi mejilla. La sentí en sueños y cuando desperté tenía una quemadura tan dolorosa. Ya no hay más gatas peludas ni luciérnagas… no quiero ponerme sentimental. Estuve por decirle a Rubén que la moto era un peligro combinada con la juventud pero con la vejez… pero era para discusiones y yo no estoy ya para esos trotes.
A la noche tampoco le hice ninguna escena cuando me metió el perro en el chin chon. Lo dejé pensativo en la mesa. Me preguntó si estaba dolorida y le dije que no. Se debió preguntar si ya no me importaba ese juego, y la verdad es que esa noche no. Esa mañana el chico del almacén me había encargado que le recuerde a mi marido que necesitaba reforzadas de 35x45 para el día siguiente.
A las nueve, Rubén no me había despertado para que lo ayude con el conteo. A lo mejor creía que su negocio era algo tan insignificante como el chin chon, por porotos. Le recordé que a fin de año nos iríamos a la playa con la ganancia. Pero igual postergaría el reparto, ese día solo quería llevarme a la clínica y después desprenderse del auto. Estaba firme en la decisión sobre el coche. Salió y puso el coche en marcha.
El reparto empezó siendo algo muy chico; una excusa para salir a caminar después de mi primera operación. Así que al principio andábamos los dos a pie con una bolsa cargada de bolsas, pero después creció el reparto y yo me quedé afuera. Ayer me di cuenta de que el reparto es importante; el almacenero (un muchacho un poco amanerado que igual se casó) no tenía donde poner unas latas de conserva para una muchacha y tuvo que usar una bolsa con la propaganda de un supermercado. Le cuento eso a Rubén, pero el insiste: no somos imprescindibles. Sigue amargado, no le tiemblan las piernas pero está mal. Se admira de cómo camina su Súper Europa. Es solamente un coche, Rubén. Y él: que descuidado tenemos el jardín. Es la estación. Nos alejamos.
En la avenida, por la zona de los Shopping y las casas de electrodomésticos, Rubén seguía amargado, más viejo que nunca. Yo era la que tenía que ir al tratamiento pero el que renegaba era él; renegaba como una batería, como un loro de cien años. Sos un loro de cien años, fue gracioso porque el coche era verde loro. Traduzco lo que decía: Muchachos escuchando su música en esos aparatos, (¡se llaman walkman, viejo loro!) padres de familia que así educan a sus hijos bajando al cordón sin mirar si viene un coche; además lo insultan a uno, chicos que se les escapan a las madres mientras estas miran licuadoras. Dicen que los ricos son consumistas, eso es una mentira, los que más consumen son estos pobres (usó términos peores). Entonces se dispuso a hacer algo; por todas las veces que lo insultaron en esta cuadra y por lo que le habían hecho, y yo me opuse pero no con demasiado énfasis. Un hombre de campera caminaba por la calle como si fuera suya, entonces Rubén pisó el acelerador y con el espejito casi le arrancó la mano al hombre, este se arrodilló en medio de la calle. Después de eso el viejo loro paró de quejarse. Me dejó en la puerta de la clínica y se fue. Mirá el coche por última vez, dijo. Y eso hice. Después entré en la clínica.
En la sala de espera recordé lo que había pasado el día anterior. Por una mala maniobra casi enviudo. Fue en la calle que costea la vía, Rubén encerró, sin querer, a un conductor. El conductor se bajó y le puso un revolver en la cabeza a mi esposo. El hombre agitaba el arma sin parar, estaba nervioso. Realmente nervioso. Un hombre con muchas presiones, pero eso no lo justificaba. Y ahí pasó lo increíble, seguro que si lo escuchan de boca de Rubén no van a creerlo, pero fue así, mi esposo dijo: “Tirame si tenés bolas, nene” lo dijo con mucha tranquilidad. A lo mejor él agregue que lo tenía medido y que estaba a punto de sacarle el arma; eso no es cierto, pero lo que si es cierto es que dijo: “tirame si tenés bolas.”
El tratamiento me dejó encandilada y esperé a Rubén sentada en las escalinatas de la clínica. Por suerte yo no necesito de mis nietos como la anciana que entró en silla de ruedas, nosotros somos independientes a pesar de todo.
La clínica está sobre una avenida muy concurrida sin embargo ¡escuché una campanita!
Rubén venía a buscarme en una bicicleta inglesa ¿Cómo vamos a recorrer está avenida en eso? ¿Cómo hará para llevarme entre el transito? Él es un buen conductor de bicicletas, pero… El loro de cien años se ríe y hace sonar la campanita. Seguro vamos a terminar caminando. Pero voy a darle el gusto y voy a subirme.
AUTOR: Matías Rano
El mundo es de ellos
A veces Elena se ponía agresiva. Se acercaba (intimidante) con el puño
cerrado a su victima, que siempre era su hijo. Una vez Gonzalo había leído que
a ¿Roberto Arlt? el padre lo amenazaba a diario con una paliza que nunca
llegaba. Algo así le pasaba a él con su madre. Maricotas, le decía la mujer.
Así que una noche de febrero Gonzalo abrió el costurero, sacó mil cuatrocientos
y se fue de viaje.
Un micro de larga distancia lo dejó en Bahía Blanca después de diez
horas de viaje. En el trayecto Gonzalo se acordó de su mamá contando los
ahorros y lloró.
Se involucró con Mora de la misma forma en que el protagonista de
"los soñadores" se había involucrado con la francesa, que estaba
falsamente encadenada a las puertas de un cine.
Mora le dijo que una amiga daba función de títeres en una casona, y
fueron. Pero la función se había suspendido; la titiritera no estaba en
condiciones de brindarla. Mora quitó las llaves del mameluco de su amiga y
mostró el manojo a Gonzalo. La titiritera siguió durmiendo en un colchón del
teatro. Mora y Gonzalo se fueron al departamento de la titiritera.
- Es la primera vez que me saco el preservativo.-confesó Gonzalo y ella
sonrió. Tenía ojos verdes y grandes, volvieron a hacer el amor.
Por la mañana, la frazada cayó de la ventana y el sol entró a raudales.
No había relojes, pero parecía mediodía.
El muchacho se puso los pantalones, no había nadie en el departamento de
la titiritera. Gonzalo salió a la calle, y desde ahí escuchó las voces en la
terraza. Era mora. Gonzalo subió.
- La terraza es un derecho- decía mora. Gonzalo sintió ganas de juntar
su equipaje, ir a la terminal y volver a su Rodríguez para devolver el dinero a
su madre.
-Para nadar mejor tenes que ponerte esto- le dijo un tipo pelado y
tatuado a un gordo que intentaba nadar en una pelopincho. Se refería a un tutú
rosa. El pelado le lanzó la prenda y el gordo se desnudo para ponérsela, aunque
los esfuerzos fueron infructuosos.
- El sol de esta hora es mortal- dijo un flaco de pelo largo desde la
reposera.
- Él es martillero.- dijo Mora señalando al de la reposera.
- ah.- dijo Gonzalo.
- si querés ponete en calsón y tirate al agua.
- no, así estoy bien.- dijo Gonzalo, pero se lo veía transpirar.
A la noche hicieron un corto sobre zombis. A los que estaban en la
terraza se les sumó una chica gorda apodada la cholga.
- doy dos caladas- dijo la cholga- y les escribo un libreto
apocalíptico.
Le dieron la cámara a Gonzalo. El martillero era el protagonista y tenía
como objetivo llegar al final. Tenía que huir de mora, que era su ex novia,
ahora zombi. Pero el martillero dijo que en un caso así él no huiría de la
zombi, sino que tendría sexo con ella. Hizo la mímica del sexo con Mora.
Deliberaron si el virus zombi podía contagiarse por sexo. Gonzalo sabía que le
daban indicaciones pero no podía escucharlas, pensaba en su madre.
Se fueron a la casa del pelado tatuado. Se pusieron a ver películas en
el plasma. El sillón era para cuatro pero lo ocupaban siete. Gonzalo tenía
calor y estaba incomodo reteniendo un gas. Le convidaron cocaína.
Son así porque pueden serlo, pensaba ¿u oía una voz?, porque el lunes o
al final de las vacaciones tienen un lugar seguro en alguna oficina, en la
oficina de los papás.
Gonzalo y Elena lo único que tienen son esos 1.500.
Entonces se acordó de cuando su mamá le había dicho a la pintora del
caminito de la boca que ella también pintaba. Pero la pintora había respondido
con un gesto de desprecio. ¿Pero a que venía pensar en esas cosas? ¿Porque la
pintora pedante?
El teléfono interrumpió sus pensamientos. El pelado se levantó y
atendió.
-Hola. Sí. ¿Usted es su esposa? Sí, claro, me imagino.... pero, óigame,
Antonia... ¿no se llama Antonia? que importa, da igual. Bueno, óigame.
¡acojonese! lo que ahora necesita usted es cojones. Imagino como debe echarlo
de menos. Cojones, ¿vale?
Colgó. Acto seguido: se desplomó en el sillón.
- ¿Quienes era?- preguntó el martillero.
- Una colombiana.
- ¿Y porque carajo le hablaste en gallego?- preguntó cholga.
- Le tienen secuestrado al hermano- dijo el pelado- el cartel, no sé.
- ¿Y vos que tenés que ver?
- Lo tengo de contacto. Pero uno de esos que tengo por tener. Y la
hermana está llamando a todos los contactos.
- que presupuesto- dijo el gordo.
Gonzalo pidió permiso para ir al baño. Lo miraron.
Gonzalo dialogó con la imagen del espejo; ¿te acordás de mamá, vestidita
impecable para ir al recital de Paul? ¿Y te acordás de esos que la salpicaron?
ella se avergonzó, les dijo que estaba bien, que no importaba, y ellos la
ignoraron, no le pidieron disculpas. Ellos eran como los que están acá en el
sillón, vestidos así nomás, despreocupados. Total, el mundo es de ellos.
Algo latía en Gonzalo. Recordó la foto que la tía le había sacado a
Elena. En la foto Elena estaba lista para salir al estadio River, lista para
ver a Paúl, y estaba colorada.
Y esa pintora, dijo la imagen del espejo, ¿te acordás de la pintora
pedante?
Mamá no sabe donde estoy.
Así era la pintora, como estos pedantes del sillón que se llevan el
mundo por delante.
Gonzalo se aferró a la pileta para no llorar. Fue entonces cuando vio
una bolsa colgada. La bolsa estaba llena de púas y había una jeringa. A lo
mejor fue un error sacarse el preservativo.
Al rato daban vueltas en un Torino. La ciudad estaba desierta.
Estacionaron frente a un monte descampado.
La muchacha gorda y el pelado se alejaron hasta donde los pastizales los
cubrían. El martillero le dio la cámara a Gonzalo y se metió entre los
pastizales. En el horizonte se veía claridad, pero todavía faltaban algunos
minutos para el amanecer. Mora subía el monte. Por el monte pasaba la vía.
Entonces Gonzalo vio la maquina avecinándose, mora seguía subiendo de espaldas
a la vía, invitaba a Gonzalo a subir con ella. La maquina avecinándose; en la
lente de la cámara mora dando pasos hacia la vía. Gonzalo pensaba en la
madre... se había puesto colorada cuando un grupo de muchachos como estos la
habían salpicado en la fila del recital. Tipos que se llevaban el mundo puesto.
Un solo paso más de mora y...
- ¡cuidado!- gritó Gonzalo.
La muchacha se detuvo y piso fuerte, el viento le arremolinó el pelo.
- wow.- ella nunca había tenido una experiencia así.
Él apoyó la cámara en un poste y saludó a mora. En ningún momento se dio
vuelta. Sintió el saludo de mora. Eso era todo.
AUTOR: Matías Rano
T. S. Eliot - Cuatro Cuartetos
CUATRO
CUARTETOS
Burnt
Norton
I
El tiempo presente y el tiempo pasado
Están ambos tal vez presentes en el tiempo
futuro
Y el tiempo futuro contenido en el tiempo
pasado.
Si todo el tiempo está eternamente presente
Todo tiempo es irredimible.
Lo que pudo ser es una idea
Reteniendo una posibilidad perpetua
En un mundo sólo de especulación.
Lo que pudo ser y lo que fue
Apuntan a un mismo fin, el cual está siempre
presente.
Hay pisadas resonando en la memoria
A través del pasillo que no tomamos
Hacia la puerta que nunca abrimos
Al jardín de las rosas. Mis palabras resuenan
Así en tu memoria.
Pero con qué
propósito
Remueven el polvo de un cuenco de flores
Deshojadas no lo sé.
Otros ecos
Pueblan el jardín. ¿Los seguimos?
Rápido —dijo el pájaro— encontralos, encontralos
Doblá en la esquina por la primera puerta
Hacia nuestro primer mundo
—¿Seguiremos al tordo engañado?—,
Hacia nuestro primer mundo.
Ahí estaban ellos[1],
solemnes, invisibles,
Andando sin peso[2],
sobre las hojas muertas,
En el otoño caliente y en el aire vibrante,
Y el pájaro llamó, en respuesta a la música
inaudible
Escondida en los arbustos;
También pasó el rayo del ojo sin ser visto,
Porque las rosas tenían el aspecto de las
flores cuando se las mira.
Ahí estaban ellos, como nuestros invitados, acogidos
y aceptando.
Entonces fuimos, junto a ellos, trazando una figura
rígida,
Por la calle desierta hacia el círculo del boj[3],
Para echar una mirada en el estanque vacío.
Estanque seco, yeso seco, borde sucio,
Y el estanque estaba lleno de agua solar,
Y la flor de loto, quieta, tranquila,
La superficie irradiando el corazón de la luz,
Y ellos estaban detrás, allí reflejados,
Pero una nube pasó y el estanque quedó vacío.
Vayan, —dijo el pájaro— las hojas estaban
llenas de niños,
Escondidos con entusiasmo, conteniendo la
risa.
Vayan, vayan, vayan —dijo el pájaro—:
Los humanos no pueden soportar tanta realidad.
El tiempo pasado y el tiempo futuro
Lo que pudo ser y lo que fue
Apuntan a un mismo fin, el cual está siempre
presente.
II
En el barro, ajos y zafiros
Coagulan el eje recostado del árbol.
El alambre tiembla en la sangre,
Y canta debajo de cicatrices obstinadas
Apaciguando guerras
Desde hace tiempo olvidadas.
La danza a lo largo de la arteria
La circulación de la linfa
Son figuradas en la deriva de las estrellas
Ascienden a verano dentro del árbol.
Nosotros nos movemos sobre el árbol moviente,
En la luz, sobre la hoja figurada
Y oímos sobre el suelo húmedo al perro y al jabalí
Perseguir abajo su pauta como siempre
Pero reconciliados con las estrellas.
A la altura del punto quieto del mundo en
movimiento, no hay ninguna carne ni su falta;
Ningún desde ni ningún hacia; a la altura del
punto quieto, allí la danza ocurre,
Pero no hay detención ni movimiento. Y no lo
llames fijeza,
Donde el pasado y el futuro están reunidos.
Ningún movimiento-desde, ningún
[movimiento-hacia;
Ningún ascenso ni caída alguna. Excepto por el
punto, el punto quieto,
Por él habrá danza, y sólo ella hay.
Sólo puedo decir: ahí hemos estado.
Pero no puedo decir dónde
Ni tampoco puedo decir cuánto, porque eso
sería localizarlo dentro del tiempo.
La liberación interna del deseo práctico
La liberación de la acción y del sufrimiento,
la liberación de la compulsión
Interna y externa, sin embargo rodeada
De una gracia de sentido, una luz blanca
quieta y moviéndose,
Elevación [Erhebung] sin movimiento,
concentración
Sin eliminación, un mundo nuevo y el viejo
hechos explícitos,
Entendidos en la terminación de su éxtasis
parcial,
Entendidos en la resolución de su horror
parcial.
Pero el encadenamiento de pasado y futuro
Cosido a la debilidad del cuerpo cambiante
Protege al hombre del cielo y de la condena
que la carne no puede resistir.
Tiempo pasado y
tiempo futuro
Permiten sólo un poco de consciencia.
Ser consciente no es estar en el tiempo
Pero sólo en el tiempo puede ser recordado
El momento en el jardín de las rosas,
El momento en la glorieta cuando pega la
lluvia,
El momento en la iglesia ventosa, en la caída
del humo;
Envueltos en pasado y futuro.
Sólo a través del tiempo se conquista el
tiempo.
III
He aquí un lugar de indolencia
Antes y después
Dentro de una luz tenue que no es mediodía
Invistiendo las formas con lúcida quietud
Volviendo a la sombra belleza efímera
En la rotación demorada y sugerente
De permanencia; tampoco es oscura
Para purificar el alma
Vaciando los sentidos con privación
La afección limpiadora de lo temporal.
Ni plenitud ni vacancia. Sólo un parpadeo
Sobre las caras tensas arrasadas de tiempo
Distrayéndose de la distracción con la distracción
Llenas de delirios y vacías de sentido
Apatía inflada sin concentración
Hombres y pedazos de papel, arremolinados por
el viento frío
Que sopla antes y después del tiempo,
Viento dentro y viento fuera, de pulmones
impuros
Antes y después.
Los eructos de las almas enfermas
En el aire desvaído, el aletargado impulso
En el viento que barre las colinas negras de
Londres,
De Hampstead,
Clerkenwell, Campden y Putney,
De Highgate,
Primrose y Ludgate. Acá no
Acá no la oscuridad, no en este mundo de
habladurías.
Desciende, desciende sólo
Al mundo de la perpetua soledad,
Al mundo que no es mundo,
Al mundo que no es sino aquello que no es el
mundo,
La oscuridad interna, la privación
Y destitución de toda pertenencia,
La disecación del mundo de los sentidos,
La evacuación del mundo de la fantasía
La inoperancia del mundo espiritual;
Este es el camino, y el otro
Es el mismo, pero no en movimiento
Sino abstención del movimiento; mientras el
mundo se interna
La apetencia, en sus rutas metalizadas
De tiempo
De tiempo pasado y de tiempo por venir.
IV
El tiempo y la campana han enterrado al día,
La nube negra se lleva al sol
El girasol, ¿nos mirará?
Y la clemátide, ¿se alejará, se girará hacia
nosotros?
Pámpanos y rocío,
¿Se abrazan, se adhieren?
Fríos
Los dedos del tejo
¿Se enroscarán encima nuestro?
Después de que el ala del martín pescador
Ha respondido con luz a la luz, y está
callado, la luz queda quieta
A la altura del punto quieto del mundo en
movimiento.
V
Las palabras se mueven, la música se mueve
Sólo en el tiempo. Pero aquello que sólo vive
Solamente puede morir. Las palabras caen
En el silencio, después del habla.
Sólo por la forma y el patrón pueden ellas o
la música alcanzar
La quietud como un jarrón chino
Que todavía se mueve perpetuamente en su quietud.
No es la quietud del violín, mientras la nota
dura;
No es sólo eso, no; es la coexistencia,
O decir que el fin precede al principio,
Y que el fin y el principio estuvieron siempre
ahí,
Antes que el principio, después del fin.
Y todo es siempre ahora. Las palabras se
esfuerzan,
Crujen y a veces se rompen, bajo la carga,
Bajo la tensión; se deslizan, se resbalan,
perecen,
Decaen y se vuelven imprecisas.
No se quedarán en su lugar, no se quedarán
quietas.
Voces gritonas, que regañan o se burlan, o meramente
charlan,
Siempre las asaltan. La Palabra en el desierto
Es a la que más castigan las voces de la
tentación,
La sombra que llora en la danza fúnebre,
El lamento ruidoso de la quimera desconsolada.
El detalle del patrón es movimiento,
Como en la figura de los diez escalones.
El deseo mismo es movimiento,
Pero no es deseable de por sí;
El amor es inmóvil
En sí mismo, es sólo la causa y el fin
Del movimiento, sin tiempo, sin deseo
Excepto en el aspecto del tiempo atrapado
En la forma del límite
Entre ser y no ser.
De repente, en un rayo de sol,
Incluso cuando el polvo se mueve,
Brotan en el lugar las risas escondidas
De los niños, en los arbustos
—Ya, aquí, ahora, siempre—
Ridículo el desperdicio del tiempo en llanto
Que desplegaba el antes y el después.
East
Coker
I
En mi principio está mi fin. En sucesión
Las casas se levantan y se caen, se derrumban,
se amplían,
Son removidas o restauradas, destruidas; o en
su lugar
Hay un terreno baldío, una fábrica, o una
circunvalación.
La piedra vieja va hacia el edificio nuevo, la
madera vieja va hacia el fuego actual,
Los fuegos hacia la ceniza y la ceniza hacia
la tierra,
Que ya es carne, pelo, excremento,
Huesos del hombre y de la bestia, el tallo y
la hoja del maíz.
Las casas viven y mueren: hay un tiempo de
construcción
Hay un tiempo para vivir y procrear,
Hay un tiempo para que el viento rompa el
panel de vidrio que está flojo
Y para sacudir la mampostería
Por donde trota el ratón,
Y para sacudir la cortina derruida entretejida
con un mensaje silencioso,
En mi principio está mi fin. Ahora la luz cae
Por el descampado, dejando el camino profundo
Emparedado con ramas, oscuro en la tarde,
En aquel lugar te apoyás contra una orilla
Para dejar pasar a una camioneta,
Y el camino profundo insiste en su dirección
Hacia el pueblo, hipnotizado en el calor
eléctrico.
En una neblina cálida la luz sofocante es
absorbida,
No refractada, por una piedra gris.
Las dalias duermen en el silencio vacío.
Esperá por la lechuza de la mañana.
En este descampado
Si no te acercás mucho, si no te acercás
demasiado,
A la medianoche, en verano, podés oír la
música
De la flauta débil y del tambor chiquito
y verlos bailar alrededor de la fogata
La asociación del hombre y de la mujer
En danza, significando matrimonio—
Un sacramento digno y reconfortante.
Dos y dos, la conjunción necesaria,
Todos se toman los unos a los otros, del brazo
o de la mano,
Significando con ello que hay concordia. Giran
y giran alrededor del fuego
Saltan sobre las llamas, forman un círculo,
Sonríen o están serios, pero siempre rústicos,
Levantan los pies pesados usando zapatos vulgares,
Pies de tierra, pies de arena, los levantan en
la alegría del campo
La alegría de aquellos que alimentan el maíz desde
hace tiempo
Bajo la tierra. Y mantienen el tempo, mantienen
el ritmo
En su danza como en su vivir en las estaciones
vivientes
El tiempo de las estaciones y el tiempo de las
constelaciones
El tiempo de la cosecha y el tiempo de ordeñar
El tiempo de la cópula entre el hombre y la
mujer
Y también de las bestias. Los pies subiendo y
cayendo.
Comer y beber. La muerte y el estiércol.
El amanecer se acerca, y otro día
Se prepara para el calor y para el silencio.
En el mar el viento de la mañana
Se arruga y se desliza. Estoy acá
O allí, o en cualquier parte.
En mi principio.
II
¿Qué está haciendo el noviembre tardío
Con el alboroto de la primavera
Y con las criaturas del calor del verano,
Y con las campanillas de invierno[4]
que se retuercen bajo los pies
Y con las malvas ambiciosas
Que del rojo pasan al gris y se tumban
Rosas tardías rellenas, con nieve temprana?
Los truenos ruedan por las estrellas rodantes
Simulan carros triunfales
Desplegados en guerras consteladas
El escorpión se pelea con el sol
Hasta que el sol y la luna descienden
Los cometas lloran y las Leónidas vuelan[5]
Cazan a los cielos y a los aviones
Arremolinadas en un vórtice que arrastra
Al mundo a un fuego destructivo
Que arde antes del reino del hielo polar.
Esa era una manera de ponerlo —no muy
satisfactoria:
Un estudio perifrástico con un estilo poético
gastado,
Dejándolo a uno todavía con el forcejeo
intolerable
Contra las palabras y los significados. La
poesía no importa
No era lo que uno tenía en mente (para empezar
de nuevo).
¿Cuál iba a ser el valor de la expectativa
lejana
De la esperanza lejana de la calma, de la
serenidad del otoño
Y de la sabiduría de la edad? ¿Nos habían engañado
O se habían engañado a sí mismos, los viejos
de voces tranquilas,
Legándonos meramente una receta para el
engaño?
La serenidad es sólo un embotamiento deliberado,
La sabiduría es sólo el conocimiento de
algunos secretos muertos
Inútiles en la oscuridad dentro de la cual
contemplan
O de la que apartan sus ojos. Hay, a nosotros
nos parece,
Cuanto mucho, un valor limitado
En el conocimiento que se deriva de la experiencia.
El conocimiento impone un patrón y falsifica,
Porque el patrón es nuevo en cada momento
Y cada momento es una valoración nueva y
sorpresiva
De todo lo que hemos sido. Sólo estamos
desengañados con respecto a aquello,
Que engañándonos, ya no puede seguir
haciéndonos daño.
En el medio, no sólo en el medio del camino
Sino por todo el camino, en un bosque oscuro,
en el zarzal,
Sobre las orillas de un pantano, donde no es
posible hacer pie con seguridad,
Y donde está la amenaza de los monstruos, luces
fantásticas;
Allí, el riesgo de quedar encantado. No quiero
oír
De la sabiduría de los hombres viejos, mejor
oír de su locura,
De su miedo al miedo y al frenesí, de su miedo
a la posesión,
A pertenecer a otro, o a otros, o a Dios.
La única sabiduría que podemos esperar alcanzar
Es la sabiduría de la humildad: la humildad no
tiene fin.
Las casas se perdieron bajo el mar.
Los que bailaban se perdieron bajo la colina.
III
Oscuridad oscuridad oscuridad. Todos van hacia
la oscuridad,
Los espacios interestelares vacantes. La
vacancia hacia la vacancia,
Los capitanes, los ejecutivos de los bancos,
los hombres de letras que son una
[eminencia,
Los generosos promotores del arte, los hombres
de estado y los funcionarios,
Sirvientes que son civiles distinguidos, presidentes
de muchos comités,
Señores industriales y contratistas
insignificantes, todos van hacia la oscuridad.
Y son oscuros el Sol y la Luna , y el Almanaque de Gotha[6]
Y la gaceta de la bolsa y la guía de
directivos,
Y es frío el sentido y se ha perdido el motivo
de la acción.
Y todos nosotros vamos con ellos, al funeral
silencioso,
Al funeral de nadie, porque no hay nadie a
quien enterrar.
Le dije a mi alma, estate quieta, y dejá simplemente
que la oscuridad te cubra,
Será la oscuridad de Dios. Como en un teatro,
Las luces están apagadas, porque van a cambiar
la escenografía
Con un tronido hueco de bastidores, con un
movimiento de tinieblas sobre tiniebla,
Y nosotros sabemos que las colinas y los
árboles, y el panorama distante
Y la fachada imponentemente soberbia, están
siendo enrollados y sacados afuera—
O como cuando un tren subterráneo, en el
túnel, se detiene demasiado entre las
[estaciones
Y la conversación surge y, lentamente, decae
en el silencio
Y vos ves detrás de cada cara al vacío mental que
se ahonda
Dejando sólo el terror creciente de no tener
nada en qué pensar;
Como cuando bajo éter, la mente es conciente
pero conciente de nada—
Le dije a mi alma, estate quieta, y esperá sin
esperanzas,
Porque la esperanza sería la esperanza de la
cosa equivocada, esperá sin amor
Porque el amor sería el amor de lo equivocado.
Todavía hay fe
Pero la fe, el amor, la esperanza, están todos
juntos en la espera.
Esperá sin pensamientos, porque vos no estás
listo para pensar:
Entonces, la oscuridad será la luz, y la
quietud será la danza.
El susurro de los arroyos que corren, el
relámpago de invierno,
El tomillo y la fresa salvajes que no son
vistos por nadie,
La risa en el jardín, el éxtasis hecho eco
Que no se pierde, pero requiere, y apunta,
hacia la agonía
De la muerte y el nacimiento.
Me decís que estoy
repitiendo
Algo que ya dije antes. Lo volveré a decir.
¿Lo volveré a decir? Para llegar ahí,
Para llegar adonde vos estás, para salir de
donde no estás
Tenés que ir por un
camino en el que no hay éxtasis.
Para llegar a lo que no sabés
Tenés que ir por un
camino que es el camino de la ignorancia.
Para
poseer lo que no posees
Tenés que ir por el
camino de la desposesión.
Para llegar a lo que no sos
Tenés que ir a
través del camino en el que no estás.
Y lo que no sabés es la única cosa que sabés
Y lo que ya te pertenece es la única cosa que
no te pertenece
Y donde estás es donde no estás.
IV
El cirujano herido maneja el acero
Que interroga a la parte destemplada;
Bajo las manos sangrantes sentimos
La compasión cortante del arte del que nos
sana
Resolviendo el enigma de la carta de fiebre.
Nuestra única salud es nuestra enfermedad
Si obedecemos a la enfermera agonizante
Cuyo cuidado constante no es complacernos
Sino recordarnos nuestra maldición, que es la
de Adán,
Y que, para reestablecernos, nuestra
enfermedad debe empeorar y crecer.
La tierra entera es nuestro hospital
Financiado por el millonario arruinado,
Donde, si nos va bien, moriremos
Por el absoluto cuidado paternal
Que no nos abandonará, sino que nos prevendrá en
todas partes.
El frío sube desde los pies hasta las
rodillas,
La fiebre canta en alambres mentales.
Para calentarme debo enfriarme
Y temblar, en fuegos frígidos de purgatorio
Cuya llama es rosas, y el humo es escaramujos.
La sangre grasienta es nuestra única bebida,
La carne sangrienta es nuestro único alimento
A pesar de lo cual nos gusta creer
Que somos sanos, que somos carne y sangre
sustancial—
Una vez más, a pesar de ello, llamaremos a
este viernes viernes santo.
V
Así que acá estoy, en el camino de en medio,
habiendo pasado veinte años—
Veinte años en su mayoría desperdiciados, los
años de entreguerras[7]—
Intentando aprender a usar las palabras. Cada
intento
Es un comienzo completamente nuevo y un tipo
diferente de fracaso
Porque uno aprende a obtener lo mejor de las
palabras solamente
Para la cosa que uno ya no tiene que decir, o para
la manera en que uno
Ya no está dispuesto a hacerlo. Y así cada empresa
Es un comienzo nuevo, una incursión en lo
inarticulado
Con equipamiento gastado y siempre deteriorado
En la confusión general de la imprecisión de
los sentimientos,
Escuadrones indisciplinados de emoción. Y lo
que hay para conquistar
Por fortaleza y sumisión, apenas fue
descubierto
Una, dos, o varias veces, por hombres a los que
no podemos pretender imitar
—Pero no hay competencia—
Sólo hay la lucha por recuperar lo que se
extravió
Y se encontró y se perdió otra vez y se volvió
a extraviar: ahora, bajo condiciones
Que no parecen ser favorables. Pero tal vez no
hay ganancia ni pérdida.
Para nosotros, sólo hay el intentar. El resto
no debe preocuparnos.
El hogar está en donde uno comienza. A medida
que nos volvemos viejos
El mundo se vuelve más extraño y el patrón más
complicado
De muerte y vida. No el momento intenso,
Aislado, el momento sin antes ni después
Sino el tiempo de una vida entera ardiendo en
cada momento
Y no sólo el tiempo de vida de un solo hombre
Sino también el de viejas piedras, que no
pueden ser descifradas.
Hay un tiempo para la noche bajo la luz de las
estrellas,
Hay un tiempo para la noche bajo la luz de la
lámpara
(La noche con el álbum de fotos)
El amor está más cerca de sí mismo
Cuando aquí
y ahora nos dejan de importar.
Los hombres viejos deberían ser exploradores
Aquí o allá, eso no importa
Debemos estar quietos y permanecer en
movimiento
Dentro de otra intensidad
Para una unión más cercana, una comunión más
profunda
Por el frío oscuro y la desolación vacía,
La ola llora, el viento llora, las aguas son bastas,
Las Dry
Salvage
I
No sé mucho sobre dioses; pero creo que el río
Es un dios fuerte y marrón —huraño e indómito,
intratable,
Paciente hasta cierto punto, primero
reconocido como una frontera;
Útil y poco fiable, como una cinta transportadora.
Entonces, es un problema con el que los
constructores de puentes tienen que lidiar.
Una vez que se resuelve el problema, el dios
marrón es casi olvidado
Por los habitantes de la ciudad —siempre, sin
embargo, implacable,
Guardando sus estaciones y sus furias,
destructor y recordador
De lo que los hombres decidieron olvidar.
Deshonrado e imposibilitado
Por los adoradores de las máquinas, pero
esperando, observando, esperando.
Su ritmo estaba presente en las habitaciones
de los niños,
En el ailanto[10]
hediondo de la puerta de casa en el mes de abril,
En el olor de las uvas sobre la mesa del otoño;
El círculo de la noche en la lámpara a gas en
invierno.
El río está en nosotros, el mar es todo lo que
nos rodea;
El mar es también el borde de la tierra, el
granito
Por el que el mar penetra, las playas por
donde lanza
Las insinuaciones de otra creación más
temprana:
La estrella de mar, el cangrejo, el espinazo
de la ballena;
Los estanques en donde ofrece a nuestra
curiosidad
Al alga más delicada y a la anémona.
Vomita nuestras pérdidas y la red desgarrada,
La langostera destruida, el remo quebrado
Las pertenencias de hombres muertos de otros
países. El mar tiene muchas voces,
Muchos dioses y muchas voces.
La sal está en la rosa silvestre,
La niebla está en el abeto.
El aullido del mar
Y el quejido del mar, son voces diferentes
A menudo oídas juntas: el silbido de los
aparejos,
La amenaza y caricia de la ola, que rompe
sobre el agua,
La rutina distante en el diente del granito,
Y el peligro que gime desde el cabo acercándose
Son todas voces del mar, y la boya oscilante[11]
Que es esquivada en el camino de regreso, y la
gaviota:
Y bajo la opresión de la niebla en silencio, la
campana que suena
Mide el tiempo que no es nuestro tiempo —un
mar de fondo tranquilo es lo que la hace
[sonar—,
Un tiempo
Más viejo que el tiempo de los cronómetros, un
tiempo
Más viejo que el tiempo que cuentan las
mujeres ansiosas y preocupadas
Que se quedan despiertas, calculando el
futuro,
Tratando de desentrañar, desenrollar y
desenmarañar
Y reestablecer juntos el pasado y el futuro,
Entre medianoche y madrugada, cuando el pasado
es todo entero un engaño,
El futuro sin futuro, antes de la vigilancia
de la mañana
Cuando el tiempo para y nunca termina;
Y el mar de fondo, que es y fue desde el principio,
Hace sonar
A la campana.
II
¿Dónde hay un fin para esto, para el gemir silencioso,
Para el marchitarse insonoro de las flores de
otoño
Que sueltan sus pétalos, pero conservan la
falta de movimiento?
¿Dónde hay un fin para los restos a la deriva,
Para la plegaria que reza el hueso en la
playa,
Para la plegaria inrezable ante la anunciación
calamitosa?
No hay un fin, sino adición: la consecuencia
Arrastrada de más días y de más horas,
Mientras la emoción toma para sí a los años sin
emoción
Viviendo entre la rotura
De aquello en que creímos como si se tratase
de lo más confiable—
Y que, por eso mismo, resulta lo más adecuado
para la renunciación.
Lo que hay es la adición final, el orgullo
fallido
O resentimiento ante los poderes que fallan,
La devoción independiente[12]
que pasará por falta de devoción,
En un bote a la deriva, con una filtración pequeña,
El oír silencioso al clamor innegable
De la campana de la última anunciación.
¿Dónde está el fin para ellos, para los pescadores navegando
Dentro de la cola del viento, en donde la
niebla se encoge?
No podemos pensar en un tiempo que no tenga
océano
Ni en un océano que no tenga deshechos
Ni en un futuro que no sea propenso,
Al igual que el pasado, a no tener destino.
Tenemos que pensar en ellos como achicando[13]
siempre,
Zarpando y recogiendo, mientras el Noreste
baja
Sobre orillas poco profundas, que no cambian ni
se erosionan,
O sacando su dinero, y secando velas en el
puerto;
No como haciendo un viaje impagable
Para recoger una pesca que no admita examen.
No hay un fin para esto, para el gemido sin
voz,
Para el marchitarse de las flores ya marchitas
Para el movimiento del dolor que no tiene
dolor ni movimiento
Para la deriva del mar y sus restos, a la
deriva,
Para la plegaria que reza el hueso a la Muerte su Dios. Sólo está
la plegaria
Apenas rezable, dificultosamente, la plegaria de
la única Anunciación.
Parece, a medida que uno se vuelve más viejo,
Que el pasado tuviera otro patrón, y entonces
dejara de ser una mera secuencia—
O incluso desarrollo: lo último una falacia
parcial,
Alentada por nociones superficiales de
evolución,
Que se vuelve, en la mente común, una manera de
desconocer el pasado.
De los momentos de felicidad —no la sensación
de bienestar,
Ni fruición, ni realización, ni seguridad, ni afecto,
Tampoco una buena cena, sino la iluminación
repentina—,
Tuvimos la experiencia pero perdimos el
significado,
Y el acercamiento al significado restaura la
experiencia
De una forma diferente, más allá de cualquier
significado
Que podamos asignarle a la felicidad. Dije
antes
Que la experiencia pasada reanimada en el
significado
No es la experiencia de una sola vida
Sino de muchas generaciones —sin olvidar
Algo que es, probablemente, del todo inefable:
El mirar hacia atrás más allá de la seguridad
De la historia registrada, el mirar hacia
atrás a medias
Por encima del hombro, hacia el terror
primitivo.
Ahora venimos a descubrir que los momentos de dolor
(Si se deben o no a un malentendido,
A haber esperado cosas equivocadas, o a haber
temido lo equivocado,
No está en cuestión) son asimismo permanentes
Con tanta permanencia como tiene el tiempo. Lo
apreciamos mejor
En el dolor de otros, casi experimentado
Al involucrarnos nosotros mismos, mejor que en
nuestro propio dolor.
Ya que nuestro pasado está cubierto por las
corrientes de acción
Pero el tormento de otros conserva una
experiencia
Incondicional, no desgastada por la
subsecuente atrición.
La gente cambia, y sonríe: pero el dolor
aguanta.
El tiempo destructor es el tiempo que
preserva,
Como el río con su cargamento de negros
muertos, de vacas y jaulas de gallinas,
La manzana amarga y el mordisco en la manzana.
Y la roca irregular en el agua agitada,
Las olas la bañan, la niebla la oculta;
En un día paradisíaco es solamente un
monumento,
Con clima navegable es siempre una señal
marina
Para seguir un camino: pero en la estación
sombría
O en la furia repentina es tan sólo lo que
siempre fue.
III
A veces me pregunto si eso fue lo que quiso
decir Krishna—
Entre otras cosas— o una manera de decir lo
mismo:
Que el futuro es una canción apagada, una Rosa
Real, o una ramita de lavanda
De remordimiento nostálgico por aquellos que
aún no están aquí para remorderse,
Apretada entre las hojas amarillentas de un
libro que nunca se abrió.
Y el camino hacia arriba es el camino hacia
abajo, el camino hacia delante es el camino
hacia
atrás.
No podés afrontarlo constantemente, pero es un
asunto seguro,
Que el tiempo no es sanador: el paciente ya no
está acá.
Cuando el tren arranca, y los pasajeros están
apoyados
Sobre la fruta, sobre diarios y cartas de
negocios
(Y aquellos que fueron a despedirlos ya
dejaron el andén)
Sus rostros se relajan desde la pena hacia el
alivio
Al ritmo soñoliento de un centenar de horas.
¡Adelante, viajeros! sin escaparse del pasado
Hacia diferentes vidas, o hacia cualquier
futuro;
Ya no son las mismas personas que dejaron la
estación
O que arribarán a cualquier término,
Mientras que, estrechándose, los rieles se
deslizan juntos por detrás de ustedes.
Y en la cubierta del buque repiqueteante
Mirando al surco que se ensancha por detrás suyo,
No deberían pensar “el pasado ya terminó”
O “el futuro está ante nosotros”.
Al anochecer, en los aparejos y en la antena,
Hay una voz contrapunteando (aunque no al
oído,
El caracol murmurante del tiempo, y no en
cualquier lenguaje)
“Vayan adelante, ustedes que creen que están
viajando;
Ustedes no son aquellos que vieron el puerto
Alejándose, o aquellos que desembarcarán.
Acá, entre la orilla más cercana y la más
lejana
Mientras el tiempo se ha retirado, considerá
el futuro
Y el pasado con una mente imparcial.
En el momento que no es de acción ni inacción
Podrás recibir esto: ‘en cualquier esfera de
ser
La mente de un hombre puede estar concentrada
En el momento de la muerte’ —esa es la única
acción
(Y el momento de la muerte es todo momento)
Que se fructificará en la vida de otros:
Y no pienses en el fruto de la acción.
Adelante
Oh viajeros, Oh hombres de mar,
Ustedes que vienen al puerto, y ustedes cuyos
cuerpos
Sufrirán el desafío y el juicio del mar,
O lo que sea que ocurra, ésta es su verdadera
destinación.”
Igual que Krishna, como cuando amonestó a
Arjuna
En el campo de batalla.
No adiós
Sino adelante, viajeros.
IV
Señora, cuyo santuario permanece en el
promontorio,
Reza por todos aquellos que están en los
barcos, reza
Por todos aquellos cuyos negocios tienen que
ver con la pesca, por aquellos
Que están ocupados con cualquier tráfico
Legal, y reza por todos aquellos que los
conducen.
Repite la oración en nombre de
Las mujeres que han visto a sus hijos o
esposos
Zarpar, y no volver:
Figlia
del tuo figlio,
Reina del cielo.
También reza por aquellos que estaban en los
barcos, y
Terminaron su viaje sobre la arena, en los
labios del mar
O en la oscura garganta que no los va a devolver
O donde sea que no pueda alcanzarlos el sonido
de la campana del mar
su perpetuo ángelus.
V
Para comunicarte con Marte conversá con
espíritus,
Para reportar el comportamiento de los
monstruos marinos
Adiviná en entrañas, describí el horoscopo,
mirá en la bola de cristal,
Observá la enfermedad en las firmas, evocá
La biografía en la palma de la mano y
La tragedia en los dedos; destruí presagios
Con sortilegios u hojas de té, acertá lo
inevitable
Con juegos de barajas, hacé trampa con
pentagramas
O ácidos barbitúricos, o disecá
La imagen recurrente en el terror preconsciente—
Para estudiar el útero o la tumba o los sueños,
todos estos son pasatiempos
Usuales y drogas, artículos de la prensa:
Siempre los habrá, algunos de ellos
Especialmente cuando hay en las naciones
angustia y perplejidad
En las costas de Asia, o en la calle Edgware.
La curiosidad de los hombres busca el pasado y
el futuro
Y se aferra a esa dimensión. Pero no aprehende
El punto de intersección de la ausencia temporal
Con el tiempo, es una ocupación para el santo—
Tampoco una ocupación, sino algo dado
Y tomado, en la muerte de una vida entera en
amor,
En ardor, en abnegación y en sumisión.
Para la mayoría de nosotros, hay sólo el
momento
Desatendido, el momento dentro y fuera del
tiempo,
La distracción saludable, perdido adentro de
un rayo de sol,
El tomillo no visto, el relámpago de invierno,
O la cascada, o la música que se oye tan
profundo
Que no es oída en absoluto, sino que la música
sos vos
Mientras dura. Esto son sólo insinuaciones y suposiciones,
Insinuaciones seguidas de suposiciones, y el
resto
Es plegaria, observancia, disciplina,
pensamiento y acción.
La insinuación adivinada a medias, el regalo a
medias comprendido, es la
Encarnación.
Acá la unión imposible
De esferas de existencia es actual,
Acá el pasado y el futuro
Son conquistados y reconciliados
Donde la acción era de otra manera movimiento
De aquello que sólo es movido
Y no tiene fuente interna de movimiento—
Conducido por poderes
Demoníacos, plutónicos.
Y la acción correcta es libertad
Del pasado y también del futuro.
Para la mayoría de nosotros, éste es el
objetivo
Nunca aquí presente para ser realizado;
Quienes no fuimos derrotados
Es sólo porque no hemos dejado de intentarlo;
Nosotros, contentos al final
Si nuestra reversión temporal nutre
(No muy lejos del árbol)
La vida de la tierra significante.
Little
Gidding
I
La primavera en medio del invierno es su
estación más propia
Sempiterna aunque mojada hacia el atardecer,
Suspendida en el tiempo, entre el trópico y el
polo.
Cuando el día corto es el más brillante, con
fuego y escarcha,
El sol breve calienta el hielo, sobre la
laguna y en las zanjas,
En el frío sin viento que es el calor del
corazón,
Reflejando en un espejo acuoso
Una mirada intensa que es ceguera en la tarde que
arranca.
Y el resplandor más intenso que la llama de
las ramas, o que un brasero,
Revuelve el espíritu mudo: no es viento, sino
fuego pentecostal
En la estación oscura del año. Entre el
derretimiento y el congelamiento
La savia del alma tiembla. No hay olor a
tierra
Ni olor a cosas vivientes. Este es el tiempo
de primavera
Pero no en el pacto del tiempo. Ahora el cerco
Estará blanqueado durante una hora con la flor
transitoria
De la nieve, una flor más repentina
Que la del verano, ni echando brotes ni
marchitándose,
Fuera del esquema de la generación.
¿Dónde está el verano, el verano cero
Inimaginable?
Si venís por acá,
Tomando la ruta que es más probable que tomes,
Viniendo del lugar que es más probable de que
vengas,
Si venís por acá en la época de mayo,
encontrarás los cercos
Otra vez blancos, en mayo, con dulzura
voluptuosa.
Sería lo mismo al final de la jornada,
Sería lo mismo si vinieras de noche, como un
rey roto,
O si vinieras por el día sin saber a qué
viniste,
Sería lo mismo, cuando dejes la calle
desnivelada
Y gires detrás de la porqueriza, hacia la
fachada pálida
Y hacia la lápida. Lo que creíste a que venías
Es sólo un caracol[14],
una cáscara de significado
De la cual el propósito se quiebra sólo cuando
está cumplido
Cuanto mucho. O bien no tenías propósito
O el propósito está más allá que el fin que te
figurabas
Y se altera en el cumplimiento. Hay otros
lugares
Que también son el fin del mundo, algunos en
las mandíbulas del mar,
O sobre algún lago negro, en una ciudad o en
un desierto—
Pero este es el más cercano, en tiempo y lugar,
Ahora y en Inglaterra.
Si venís por acá,
Tomando cualquier ruta, empezando desde
cualquier lugar,
En cualquier momento y en cualquier temporada,
Sería siempre lo mismo, tendrías que apagar el
sentido
Y la noción. No estás acá para verificar,
Ni para instruirte o informar tu curiosidad
Ni para tomar reportes. Estás acá para
arrodillarte
Donde la plegaria ha sido válida. Y la
plegaria es más
Que un orden de palabras, que la ocupación
consciente
De la mente que reza, o que el sonido de la
voz rezante.
Y aquello para lo cual los muertos no tuvieron
palabras estando vivos,
Ellos pueden decírtelo ahora, estando muertos:
la comunicación
De los muertos tiene lenguas de fuego que
están más allá del lenguaje de los vivos.
Acá, la intersección del momento sin tiempo
Es Inglaterra y ningún lugar. Nunca y siempre.
II
La ceniza en la manga de un viejo
Es toda la ceniza que dejan las rosas
quemadas.
El polvo en el aire suspendido
Marca el lugar en que terminó una historia.
El polvo inhalado fue una casa—
La pared, la mampostería y el ratón.
La muerte de la esperanza y de la
desesperación.
Esto es la muerte
del aire.
Hay inundación y sequía
Sobre los ojos y en la boca,
Agua muerta y arena muerta
Luchando por tener el predominio.
La tierra reseca y desviscerada
Mira boquiabierta la vanidad del trabajo,
Se ríe sin alegría.
Ésta es la muerte
de la tierra.
El agua y el fuego suceden
Al pueblo, al pastizal, a la maleza.
El agua y el fuego se burlan
Del sacrificio que nosotros negamos.
El agua y el fuego pudrirán
Los cimientos deteriorados que olvidamos,
Del coro y del santuario.
Ésta es la muerte
del agua y el fuego.
En la hora incierta antes del amanecer,
Cerca del finalizar de la interminable noche,
Ante el fin recurrente de lo sin fin,
Después de que la paloma negra, con la lengua parpadeante,
[15]
Hubiera pasado debajo del horizonte de su
regreso,
Y mientras las hojas muertas todavía hablaban
como estaño
Sobre el asfalto sin ningún otro sonido,
Entre tres distritos de donde nacía el humo,
Me encontré con uno que caminaba apurado y deambulando,
Soplado hacia mí junto a las hojas metálicas
Ante el irresistible viento urbano de la
mañana.
Y al fijar sobre su rostro cabizbajo
Ese escrutinio afilado con que desafiamos
Al primer extraño que se nos cruza en el
crepúsculo menguante
Atrapé la apariencia repentina de algún
maestro muerto
Al que había conocido, olvidado, a medias
recordado
Al
mismo tiempo como uno y muchos; en los rasgos horneados hasta el marrón
Los ojos de un fantasma familiar y compuesto
Al mismo tiempo intimidante e irreconocible.
Entonces, asumí una parte doble, y lloré
Y escuché otra voz llorando: “¿Qué hacés vos
acá?”
Aunque no éramos ni estábamos. Yo seguía
siendo el mismo,
Conociéndome a mí mismo pero siendo otro—
Y él, una cara todavía formándose, pero las
palabras alcanzaban
Para promover el reconocimiento que precedían.
Y así, dóciles al viento común,
Demasiado extraños el uno al otro para no entendernos,
En coincidencia ante esta intersección temporal
De encuentro sin dónde, sin antes ni después,
Pisamos el pavimento como una patrulla muerta.
Yo dije: “El asombro que siento es sencillo,
Pero lo sencillo es una causa de asombro. Por
eso, hablá:
Puede que no comprenda, puede que no me
acuerde”.
Y él dijo: “No estoy ansioso por ensayar
Mi pensamiento y mi teoría que vos has
olvidado.
Estas cosas han servido a su propósito:
dejalas pasar.
Lo mismo con las tuyas, y rezá para que tengan
perdón
Por parte de los otros, como yo te ruego a vos
que perdones
Lo bueno y lo malo. El fruto de la última
temporada es consumido
Y la bestia satisfecha está a punto de patear
el balde vacío.
Porque las palabras del último año pertenecen
a las palabras del último lenguaje
Y las palabras del año próximo esperan otra
voz.
Pero, como el pasaje ahora no presenta
obstáculos
Para el espíritu insatisfecho y peregrino
Entre dos mundos vueltos muy semejantes,
Entonces encuentro palabras que nunca imaginé
decir
En calles a las que nunca me imaginé que
regresaría
Cuando dejé mi cuerpo en una costa remota.
Ya que nuestro asunto fue hablar, y hablar nos
incitó
A purificar el dialecto de la tribu
Y a instar la mente a la previsión y al
recuerdo
Dejame abrir los dones reservados a la edad
Para poner una corona sobre el esfuerzo de tu
vida.
Primero, la fricción fría del sentido
moribundo
Sin encanto, no ofreciendo ninguna promesa
Sino el sinsabor amargo de la fruta de sombras
Mientras el alma y el cuerpo empiezan a
separarse.
Segundo, la impotencia conciente de la furia
Ante la estupidez humana y la laceración
Que provoca la risa ante lo que ya no da
gracia.
Y por último, el sufrimiento desgarrador de la
reconstrucción
De todo lo que hiciste y fuiste; la vergüenza
De motivos que se revelan tardíamente, y la
conciencia
De cosas mal hechas y para daño de otros
Cosas que alguna vez creíste que eran un
ejercicio de la virtud.
Entonces, la aprobación del tonto te
aguijonea, y el honor te ensucia.
De error en error el espíritu desesperado
Procede, a menos que sea restaurado por el
fuego refinador
En el que tenés que moverte al compás, como un
bailarín”.
El día se abría. En la calle desfigurada
Él me dejó, con una suerte de despedida,
Desvaneciéndose en el sonido de la sirena.
III
Existen tres condiciones que a menudo se
parecen,
Y sin embargo difieren completamente, florecen
en el mismo cerco:
El apego a sí, a las cosas y a las personas, y
el desapego
De sí, de las cosas y de las personas, y,
creciendo entre ellas, la indiferencia
Que se parece a las otras condiciones como la
muerte se parece a la vida,
Estando entre dos vidas —sin florecer, entre
La ortiga viva y la ortiga muerta. Este es el
uso de la memoria:
Para la liberación —no menos del amor pero
expansión
Del amor más allá del deseo, y por eso
liberación
Tanto del futuro como del pasado. Así, el amor
a un país
Comienza como apego a nuestro propio ámbito de
acción
Y termina encontrando esta acción como poco importante
Aunque nunca indiferente. La Historia puede ser
servidumbre,
Los rostros y los lugares, con el yo que, como
pudo, los amó,
Para transformarse renovados, transfigurados,
en otro patrón.
El pecado nos compromete, pero
Todo estará bien, y
Toda clase de asunto marchará bien.
Si pienso, otra vez, en este lugar,
Y en la gente, no del todo encomiable,
Sin parientes cercanos o amabilidad,
Aunque algunos con un peculiar genio,
Todos tocados por un genio común,
Unidos en el mismo conflicto que los dividió;
Si pienso en un rey al anochecer,
En tres hombres, y más, en el cadalso,
Y en unos pocos que murieron olvidados
En otros lugares, aquí y en el extranjero,
Y en uno que murió ciego y tranquilo,
¿Porqué deberíamos celebrar
A estos muertos más que a los que están muriéndose
ahora?
No es hacer sonar la campana hacia atrás
Ni hacer un conjuro
Para invocar el espectro de una Rosa.
No podemos revivir las viejas facciones
No podemos restaurar las viejas políticas
O seguir un tambor antiguo.
Estos hombres, y aquellos otros que se
opusieron a éstos
Y aquellos a los que éstos se opusieron
Aceptan la constitución de silencio
Y están incorporados en un único partido.
Sea lo que sea lo que heredemos de los
afortunados
Tomamos de los vencidos
Lo que ellos tuvieron para dejarnos —un
símbolo:
Un símbolo perfeccionado en la muerte.
Y todo estará bien y
Toda clase de asunto estará bien
Mediante la purificación del motivo
En la base de nuestra súplica.
IV
La paloma que desciende rompe el aire
Con llama de terror incandescente
Del cual las lenguas declaran
La liberación única del pecado y del error.
La única esperanza, si no desesperación
Yace en la elección
de pira o pira—
Para estar redimidos
del fuego por el fuego.
¿Quién inventó el tormento entonces? El amor.
El amor es el Nombre extraño
Detrás de las manos que tejieron
La camisa intolerable de la llama
Que el poder humano no puede remover.
Sólo vivimos, sólo
suspiramos
Consumidos por el
fuego o por el fuego.
V
Lo que llamamos principio es a menudo el fin
Y hacer un fin es hacer un principio.
El fin es de donde empezamos. Y cada frase
Y enunciado correctos (donde cada palabra esté
en su casa
Tomando su lugar para soportar a las otras,
La palabra ni tímida ni ostentosa,
Un comercio fluido entre lo viejo y lo nuevo,
La palabra común: exacta y sin vulgaridad,
La palabra formal: precisa pero sin pedantería,
Los consortes completos bailando juntos)
Cada frase y cada enunciado son un fin y un
principio,
Cada poema, un epitafio. Y toda acción
Es un paso hacia el tajo, hacia el fuego,
hacia la garganta del mar
O hacia una piedra ilegible: y ahí es donde
empezamos.
Morimos con los que están muriendo:
Miralos, ellos se van, y nosotros nos vamos
con ellos.
Nacemos con la muerte:
Miralos, ellos regresan, y nos traen a
nosotros con ellos.
El momento de la rosa y el momento del árbol
del tejo
Tienen la misma duración. Un pueblo sin
historia
No está redimido del tiempo, ya que la
historia es un patrón
De momentos sin tiempo. Entonces, mientras las
luces caen
En una tarde de invierno, en una capilla
retirada
Con el dibujo de este Amor y la voz de esta
Llamada
No dejaremos de explorar
Y el fin de toda nuestra exploración
Será llegar a donde empezamos
Y conocer el lugar por primera vez.
A través de lo desconocido, la puerta
recordada
Cuando lo último de la tierra era lo que
quedaba por descubrir
Es aquello que era el principio;
En la fuente del río más largo
La voz de la cascada escondida
Y los chicos en el manzano,
No conocido, porque no fue buscado
Sino oído, apenas oído, en la quietud
Entre dos olas del mar.
Rápido, ahora, acá, ahora, siempre—
Una condición de simplicidad completa
(Costando no menos que todo lo otro)
Y todo estará bien y
Toda clase de asunto estará bien
Cuando las lenguas de llamas se plieguen
Hacia el nudo coronado de fuego
Y el fuego y la rosa son uno.
Traducción: Franco Bordino
[1] También podría traducirse
“ellas”, dependiendo de si se interpreta que el pronombre refiere catafóricamente
a las rosas que tienen el aspecto de las flores cuando se las mira, o que
refiere a los niños escondidos tras las hojas. Nosotros escogimos esta última
opción.
[2] Si se interpretara que
esta parte del poema está hablando de las rosas, podría traducirse la frase
anotada de la siguiente manera: “[Las rosas] moviéndose sin peso, sobre las hojas muertas”.
[3] Especie de árbol
[4] “Campanillas de invierno”: variedad de flor que crece en Europa.
[5] Las Leonidas son una lluvia de meteoros que se produce en el cuadrante
de la constelación de Leo, de la cual reciben su nombre.
[6] Boletín de publicación anual que desde mediados del siglo XVIII hasta
1945, fecha de la interrupción de su publicación, se ocupó de recopilar datos
de las casas reales, alta nobleza y aristocracia europeas.
[7] En francés en el original: “l’entre
deux guerres”.
[8] Ave marítima.
[9] Cetáceo parecido al delfín.
[10] Árbol cuyas flores emiten olor a pis de gato.
[11] “Heaving groaner”
[12] Variante: “no atada”
[13] “Achicando [bailing]” con el sentido de sacar agua de una embarcación.
[14] Concha.
[15] Referencia a un bombardeo.
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