que secan al claro de luna.
No vine al mundo
para combatir con mi sombra,
ni para hallar un día mis puños
picoteados por faisanes.
No vine para golpear
ni para reír de la muerte.
No me acuerdo más,
las camillas se van,
las galeras arden,
las rodillas tiemblan y los halcones se posan
sobre bolas frágiles y vivas.
Si miro hacia atrás,
la muerte va retrocediendo,
indefinidamente puertas se golpean
hasta en los placares del horizonte.
La muerte de risa vulgar
detrás de sus persianas verdes
chupa un caramelo inglés
y alfombras mojadas con infusiones.
No vine al mundo,
al principio sólo hay una gran risa,
en la esquina de una calle una muñeca de yeso
abre, sudando un agua verde de rabia,
cajas que sólo contienen cajas,
y sin fin de cajas.
Lejano, como un corazón succiona sangre,
un agujero en una carne gigantesca me aspira,
paredes vivas, rojas y calientes,
me arrastran por la garganta,
no quiero ya volver,
que ahora mismo se me asesine
con un golpe de cuchillo de cocina
entre los dos hombros.
Traducción: Bollini & Dardón
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