- Un lavado rápido, eh. Culo. Bolas...
- Okey- Dijo Sebastian, desnudo.
Pero una vez que se enjuagó y se sacó el jabón, se aseguró
de que Joaquín no lo estuviera vigilando y se sumergió en la Pelopincho.
Telefónicamente, Joaquín no pudo avisar a los clientes del
bar que serviría café en su departamento, así que fue hasta el bar -clausurado
después de la tormenta-, puso una silla en la puerta y se sentó, a cada cliente
que llegaba y se encontraba con la faja de clausura, le decía: Voy a estar
sirviendo café en mi departamento,eh. En el piso cuatro, y señalaba el
edificio.
Días antes, la tormenta había dejado sin luz ni agua a la
ciudad. Pero al bar no lo habían clausurado por eso, sino por un tonto
accidente: La mañana siguiente a la tormenta, Joaquín había encontrado pintura
indeleble en el fondo de una taza, le había tirado agua-ras y la había dejado
en la mesada, y la mesera sirvió esa taza a un cliente, que era empleado
municipal.
En su camioneta (que parecía un enemigo de Pac-Man) Joaquín
cargó provisiones: velas, pilas, bidones de agua. No pensaba dejar a sus
clientes una noche de viernes sin reunión.
Sebastian ayudó a Joaquín a armar la Pelopincho en la
terraza del edificio. Fue dificil: encontrar todos los caños, hacerlos
encastrar, pero con blasfemias se daban ánimos. Volcaron los bidones en la
piletita.
- De acá tenemos que sacar agua para el café y para los jugos,
así que no te sumerjas, no la enturbies, es agua mineralizada... un lavado
rápido, eh. Culo. Bolas...
- okey...
La noche de la inauguración, la ciudad seguía sin
servicios.
A las doce el departamento estaba atestado, el anteúltimo
en llegar fue el poeta-en-busca-de-luz, y la última la novia de Sebastian.
Sebastian la presentó a sus amigos y por lo bajo le dijo al pelado:
- Vino porque no hay luz, es profesora mía, y todavía está
de novia con otro...
- ¿Profesora... tuya? ¿No es más joven que vos?
- Del nocturno.
El poeta, que escuchaba la conversación, se puso a
escribir:
"Así son las cosas, seguro que el-tal-juan al
principio veía a la-tal-Mónica como inalcanzable. Y eso lo hizo trabajar. Para
enamorarla. Al principio ella sintió poco y nada por él. Hasta que las cosas se
fueron invirtiendo. El objeto del deseo es un rival a vencer. Un día ella
querrá pasar la vida con él, asegurar, comprometerse. Pero él ya estará harto
de ella."
Una pregunta de una punta a la otra del departamento cortó
la inspiración del poeta:
- Che, Héctor ¿Es verdad que trabajaste en una porno?
Desde la otra punta, Héctor:
- Na, son rumores...
Un rato después, Héctor logró que una chica, un poco más
alta que él, lo acompañase al sillón... Pero el mismo que había preguntado por
el rumor, se acercó y dijo:
- Me pagó para que dijera lo de la porno. Él solamente
podría actuar en una escena en la que un montón de pornostars se rían de su...-
y mostró el meñique.
La chica aseguró que no le importaba el tamaño, pero sí
"la cosa infantil"
Mónica, la novia de Sebastian, dijo: Podrías aprovechar y
contarme alguna verdad.
Como Sebastian se quedó pensativo, habló el pelado:
- No sabe nadar, lo tirás a lo hondo y se hunde como un
palito.
- Te deseo más que nunca- dijo Mónica.
Risas.
Héctor se unió al grupo:
- ¿Vos sabés que tu novio tenía un proyecto serio? Quería
mudarse a un pueblito de cinco mil familias... hacerse querer por todos, sin
excepción, ponerse un video-club, o algo así. Y un día, en una sola noche,
salir a recolectar plata con la excusa de que necesitaba para la operación de
un hermano que tenía cáncer, o algo así... cien pesos a cada uno, en cinco mil
familias ¿Cuánto suman, dolape?
- Y tenés que ir corriendo el cero.
Llegaron los chops, era una noche cualquiera, pero tenía
algo de Noche Vieja.
- ¿Se acuerdan de aquello que hacía Seba con la bici?- Dijo
Joaquín.
- Una vez lo vi, había incrementado la dificultad de cerrar
los ojos.- dijo el pelado.
La Mountain Bike de Sebastian estaba contra una pared.
- ¿Seguís haciendo esos juegos?- Preguntó Mónica. Y por lo
bajo le dijo:- Yo te pediría que no vuelvas a hacerlo, si alguien me dice: vi a
tu novio haciendo de pájaro en la calle, me muero de verguenza.
Sebastian tenía poca resistencia al alcohol y tres dedos de
cerveza fueron suficiente.
Por el departamento habían puesto a rodar una banqueta con
rueditas...
Al verla, Sebastian corrió, saltó, y con la pelvis cayó
sobre el asiento acolchonado de la banqueta...
La silla dio un traspie y casi car, pero no. Con los brazos
abiertos, las piernas en el aire, y gracias al impulso de Héctor, Sebastian
recorrió el departamento. Todos se abrían paso para dejarlo pasar. Y algunos
notaron que se le veía un tanto del culo y se rieron.
Con el último impulso alcanzó la cintura de su novia y la
abrazó.
WIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII
Un rato después la novia de Sebastian lloraba en el sillón.
Sebastian se acercó y le dijo: Vamos, nos vamos. El muchacho agarró su
bicicleta y salió al pasillo despidiendose de todos con un saludo general. En
cambio ella se quedó dando un beso a cada uno de los amigos de su novio.
Y en eso de los besos estaban cuando se escuchó el impacto
del cuerpo de Sebastian contra las escaleras.
Todos salieron al pasillo...
- ¿Quiso bajar andando?
- Tranquilos, tranquilos... estoy bien.
Subió las escaleras y entraron en el depto de nuevo, y a la
luz se vio una herida en la frente del ciclista.
Un trozo de masa encefálica sobresalía.
Como una nube gris/entre la grieta de una montaña, escribió
el poeta.
Héctor se arrodilló: Dale una muerte linda, Jesús, dijo.
Hubo griterío y confusión. Con cuidado y miedo de que la
grieta se abriera más y que todo se cayera al piso, llevaron a Sebastian hasta
la camioneta de Joaquín.
Algunos desde la calle, otros desde el balcón, vieron como
la camioneta se perdía en el horizonte. Amanecía. Un montón de pájaros iban en
la misma dirección que la camioneta.
A la novia le preguntaron: El que se va en la camioneta ¿no
es tu novio?
No, dijo ella. No no.
AUTOR: Matías Rano
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