Sobre el Hombre Topo

SOBRE EL HOMBRE TOPO:

Somos un grupo de producción literario e intelectual definido por su obsesión por la crítica cultural, la escritura, el cine, la filosofía y la traducción. Esperamos difundir ideas, textos, traducciones, fragmentos inteligentes de una luz no tan lejana.
Escriben en esta revista: Franco Bordino, Matías Rano, Gustavo Roumec, Tiépolo Fierro Leyton, Juan M. Dardón, Tomás Manuel Fábrega y Xabier Usabiaga.

domingo, 31 de enero de 2016

Esta es una lista de cosas que me pasaron cuando era chico:
 Me ahogué con una chapita de coca cola, y para hacérmela escupir, mamá me puso cabeza abajo y me dio un golpe en la espalda. Tenía 1 año.
 Vi como mi papá le daba un sillazo en la espalda a mi mamá. Mamá estaba embarazada y la silla se rompió en mil pedazos.Tenía 8.
 Mamá me azotó con una manguera hasta que se quedó sin aire. Papá estaba en la reposera, tomando cerveza y decía “qué barbaridad” entre dientes, meneando la cabeza. 
 Mamá empezó a pegarme con un palo, así que me di vuelta, me tiré en la cama y me cubrí la cabeza, para poder defenderme, y entonces me quiso meter el palo en el culo. No se esforzó demasiado. Por suerte.
 Vi como papá le metía la cabeza en la olla a mamá; por suerte fue prematuro, y el agua todavía no había hervido.
 Me acuerdo también la vez que mamá abrió la puerta del baño, cuando yo me estaba bañando y me dijo, con la cara muy dañada, que se iba y que ya no iba a volver nunca. Eso explica muchas cosas.
 Segundos antes de la escena que referí, cuando me estaba bañando lo más bien, escuché un gruñido y después algo que se estrellaba con bastante fuerza contra la pared. La cabeza era de mamá. El gruñido de papá. Las cosas pasaban bastante rápido.
  En unas vacaciones en las playas del sur, mi papá abrió la puerta del auto, yo me bajé, el auto se fue y yo empecé a correr por la playa. En contra del viento y con la arena golpeándome la cara. Tenía 12.
 A finales del primer año de secundaria, tuve una racha de piromanía y como se acercaba navidad y yo seguía en la escuela, prendí fuego un salón. No era mi intención, yo solamente quería provocar un estruendo que asustara a la gente. Pero no podía controlar el fuego.


  Esto pasó después que terminé la ducha de la que les hablé: salí del baño, todavía llorando, y papá y mamá se habían reconciliado. Mamá nunca se fue. Yo tenía seis o siete años.