Sobre el Hombre Topo

SOBRE EL HOMBRE TOPO:

Somos un grupo de producción literario e intelectual definido por su obsesión por la crítica cultural, la escritura, el cine, la filosofía y la traducción. Esperamos difundir ideas, textos, traducciones, fragmentos inteligentes de una luz no tan lejana.
Escriben en esta revista: Franco Bordino, Matías Rano, Gustavo Roumec, Tiépolo Fierro Leyton, Juan M. Dardón, Tomás Manuel Fábrega y Xabier Usabiaga.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Alba



Alba


La noche no ofrecía ya nada para cuando llegó
el alba y yo,
a malquemar sobre mi casa calcinada,
presentía su cuerpo
su enorme peso sobre nuestras venas cercenadas.

‘¡Acércame, perra, un momento
al júbilo de tu experiencia!’
Convulsionaban la tierra y el mar ante su padre.

Aún busco los fragmentos que dejó la respuesta en mi garganta.


XABIER USABIAGA

Maña




Maña


Me gustaba pensarte maníaca,
guardando trocitos de resortes,
maderas,
papeles.
Pensarte en pelota bailando
ante los atónitos jueces que tú tienes
para cuando te baja el autoestima.

Pensarte pensándonos,
mientras molías hojas (¿del gomero?)
y te quejabas por ir a poner la mesa

(No querías. Nunca quisiste)

Comiendo maní como una desquiciada
y teniendo cajas llenas de recuerdos
que ya olvidaste con cariño.

Guardando frascos,
colores,
basuras,
para llenar vacíos que aún no encuentro.

Una vida llena de rituales,
canciones eslavas
y conservas abiertas






Pensarte apartada,
triste,
retorcida.
Sólo por el gusto de arrancarte
y hacerte diferente.

Pero sólo estás tomando pastillas
en tu pieza, oscura
mientras la vida se te pasa,

callada.


XABIER USABIAGA

martes, 25 de noviembre de 2014

Soliloquio del ave



Soliloquio del ave

Un gorrión, confundido,
suelta una palabra.
Se le escapa y es su sombra
espanto de la noche agarrotada.

¡Oh, espanto!
La palabra del gorrión.

Desfigurado el rostro de esa noche
de las alarmadas golondrinas
de las llamas urgentes y cavilosas
de tanto vate alucinado que en la noche aguarda.
En silencio todo ante este brote amargo de ave estupefacta.

Reverencia así del gorrión a nuevas tempestades,
a equinoccios forzados,
a sus otros vuelos
y a la misma noche.

Reverencia así del gorrión
a su propia muerte.


XABIER USABIAGA

Madre


Madre

En algún momento
vas a tener que salir
y dejarte el pelo
porque los dedos se acaban
y los tan embalsamados dientes de leche
ya vienen por ti.

(tantos años y hombres esperando).

Te abrirán las piernas
y recorrerán cada hilacha de vejez,
sacándote los ojos
y los hijos,
tan de a poco y adrede.

Ya estaremos todos sin tarros ni hilo
e iremos montando los perros
que guardaste tanto tiempo,
uno sobre otro
todos para ti.

Una vieja de tanta trenza apelmazada,
luna,
de baile agarrotado y violento
no puede dejarse esperar.

No.

Haznos un favor,
y antes de
todo,
mátanos.



XABIER USABIAGA

viernes, 21 de noviembre de 2014

LO LIBRE Y LO CULTO, PEQUEÑO ESBOZO DEL ARTISTA DE VANGUARDIA



LO LIBRE Y LO CULTO, PEQUEÑO ESBOZO DEL ARTISTA DE VANGUARDIA


Al separar arte de cultura podría caerse en la concepción que Schopenhauer tiene de aquel, como un liberador del yugo existencial. Y ciertamente sonaría disparatado decir que el arte no es cultura, ya que siempre se asocia a lo culto con lo artístico. El tema de lo culto, de la cultura como fenómeno social y humano ha sido una preocupación constante dentro de la antropología.
Hay un sinfín de definiciones de lo que es cultura en la teoría antropológica, pero se podría plantearla como la “domesticación” o el “dominio” del pensamiento humano en contraposición de lo salvaje, es decir el ordenamiento de lo externo al hombre en sus propios términos. Esto partiendo de la distinción Naturaleza/Cultura evidente en la etimología de la palabra cultura, ya que esta se deriva de cultivar y cultivar es “ordenar la naturaleza”. Es pues la cultura sin duda un aspecto primordial de una sociedad ya que encarna su pensamiento, establecido a su vez en la figura de los mitos que conforman su tradición. Mitos que al narrarse a sí mismos narran el germen de las sociedades y siembran el pensamiento de una sociedad, su cultura. Es entonces el principal papel de los mitos sembrar en primera instancia estructuras de conocimiento que se reflejarán en el comportamiento social de una comunidad. Lo interesante de los mitos es pues su lenguaje casi mágico, a veces inexplicable, que llega incluso a confundirse con lo artístico, y aquí esa dónde vamos.
Primero que todo el lenguaje artístico difiere del lenguaje mítico en el simple hecho de que el primero no busca imponer estructuras de poder a diferencia de los mitos.  En este sentido ha de entenderse el espíritu libre e independiente de lo artístico, tal como es su lenguaje. Indudablemente va a estar impregnado de referencias a lo cultural, intencionales o no, porque sencillamente el arte se desarrolla entre los seres humanos y estos a su vez son los elementos indispensables para que exista cultura, sociedad y también el arte como concepto (el artista ante todo, es un hombre). El arte puede engendrar cultura sin necesidad de ser parte de esta. Lo que hace obra de arte a una obra de arte, depende únicamente del artista. Los consensos sociales existen a la hora de manifestar una estética, no lo niego, pero no son los que engendran lo artístico, en ningún momento. Entre estética y arte hay una diferencia sustancial; la primera va dirigida a una apreciación de algo, a un juicio generalmente desprendido de la cultura y la sociedad en que se vive. El arte, el genuino arte es una entidad del alma del artista que se materializa en su obra. Es idea, objeto y verbo a la vez; si un lenguaje artístico se enfocara en establecer estructuras de poder como los mitos (la génesis de la cultura y las sociedades) simplemente estaría muy lejos de lo que lo hace arte (el artista), sería más cercano a una estética o una tradición. Semejante a los mitos que crean un imaginario social y un discurso cultural, el artista da forma a su lenguaje artístico; sin ser del todo mito pero siendo hombre, posiblemente se llegue a desprender una tradición de su obra, sin ser su propósito central. El establecimiento y mantenimiento de una tradición depende de la sociedad (de su gusto y estética), no del artista.
Con esto no quiero manifestar la predilección de una obra artística por sobre la producción cultural de una sociedad, ninguna es más que otra, ambas son productos nacidos de lo humano. Sin embargo, lo libre y lo culto son cosas distintas que en muchos artistas han ido de la mano a la hora de crear, la música barroca por ejemplo. Pero en el artista de vanguardia lo dudo. Esa es la lógica de la vanguardia, romper con lo establecido. En estas épocas del segundo milenio nuestro dios es el individuo, y lo artístico se ha caracterizado por provenir de ahí, del individuo conocido como artista. Sin embargo este es el establecimiento, el canon que la crítica especializada ha definido para el oficio artístico. En una época atomizada en todos los sentidos, el oficio del artista se ha enfocado en sí mismo, en el individuo. Una época que necesita y pide a gritos un poco más de unión entre las voces ocultas, todos nosotros que hacemos parte de este mundo. Sí, el discurso de globalidad aboga por la multiplicidad de opiniones y pensamientos, el acceso por parte de toda la gente a estas. Pero son ideas sin conexión, separadas unas de otras como gritos en el vacío. Átomos vagabundos y muchas veces carentes de esencia o fuerza creativa alguna. Y esto, es muy visible en las actividades humanas contemporáneas, sobretodo en el arte de nuestra época, atomizado y ajeno a cualquier fuerza creativa que destruya de una vez por todas ese consenso estético (muchas veces hueco, sin alma ni compromiso con el oficio del espíritu como es el arte) y se pase de artistas parados en el seno de la individualidad a hombres espiritualmente conscientes de su oficio, de su vida. Una idea es un acto de resistencia, como decía Deleuze. Una idea en el arte nace del artista, y es responsabilidad de este desarrollarla y darle vida, o destruirla y condenarla al olvido. Pero algo sucede con buena parte de las ideas artísticas de hoy, no resisten a nada ni contra nada, nacen en el aislamiento y viven en el aislamiento total de lo que es el mundo. Una cosa son las tradiciones y otra las gentes con las que vivimos, ¿a qué apunto con todo esto? Una tradición nunca debe estar por encima de los hombres, ante todo somos humanos; un juicio estético de un circulo especializado de una sociedad no debe nunca imponerse frente a otras formas de concebir lo artístico. En nuestro caso, un individuo no debe primar frente a los demás, nadie es más que otro ni más que nadie. Otra cosa palpable y perceptible, es que al parecer los artistas de hoy están completamente alejados de una buena parte del público; artistas por y para la crítica, pocos habrán que sean artistas por y para los artistas y muchos menos artistas por y para la humanidad o el universo mismo.    

El artista de vanguardia ha de ser individuo pero solo para consigo mismo, es decir ser como se dijo antes espiritualmente consciente de lo que hace. El artista de vanguardia ha de ser libre a la hora de dar forma y origen a su obra, de imprimirle alma y sentido. No debe depender de ninguna estética, ni tradición, ni consenso social. El artista de vanguardia ha de volverse mítico pero sin hacer parte de la lógica de los mitos que es establecer, el artista de vanguardia rompe los establecimientos, renueva más no preserva. Transformar y resignificar, reproducir y retratar, evocar y tergiversar. Todo esto y muchas otras cosas más puede hacer el artista a la hora de abordar su realidad (la estética, la tradición, los consensos sociales) indudablemente producto del lugar y el tiempo en el que viva, pero el cómo hacerlo es lo que lo hace libre de lo culto. Es una cuestión más de honestidad que de definición, el arte en sí llega a ser indefinible. Es por ello que los juicios estéticos de la crítica no deben hacer mella en el artista, esa estética es propiedad de un consenso social. El arte, no les pertenece, es único del artista y el artista es un ser que se hace universal junto con su arte cuando, efectivamente, crea.


Tiépolo Fierro Leyton, Bogotá 19/11/2014

(Imagen: "Baile en el Moulin Rouge", Henri Tolouse-Lautrec

viernes, 7 de noviembre de 2014

Baudelaire - El arte y la imaginación



“Podría decirse que la insignificancia, la puerilidad, la falta de curiosidad, la calma anodina de la autocomplacencia sucedieron al ardor, a la nobleza y a la turbulenta ambición, tanto en las bellas artes como en la literatura; y que nada, hasta el momento, nos permite esperar floraciones espirituales tan abundantes como las de la Restauración. (...) El artista, hoy y desde ya hace varios años, es, a pesar de su falta de mérito, un simple niño mimado. ¡Cuántos honores, cuánto dinero derrochado en hombres sin alma y sin instrucción! (...) Le suplico, le conjuro, dígame en qué salón, en qué cabaret, en qué reunión mundana o íntima ha escuchado que un niño mimado pronunciara palabras espirituales, o palabras profundas, brillantes, concentradas, que hagan que uno piense o sueñe, en fin ¡palabras sugestivas! Si palabras de ese calibre han sido pronunciadas, seguramente no fue ni un político ni un filósofo quien las profirió, sino algún hombre de profesión extraña, un cazador, un marino, un embalsamador; un artista, un niño mimado, jamás.”

(...)

“Descrédito de la imaginación, desprecio por lo grande, amor (no, esta palabra es demasiado bella), práctica exclusiva del oficio: ésas son, creo yo, en lo que se refiere al artista, las razones principales de su declive. Cuanta más imaginación se posee, mejor debe ser dominado el oficio para acompañarla en sus aventuras y sobreponerse a las dificultades que ella busca con avidez. Y cuanto mejor se posee el oficio, menos necesario es alardear y demostrarlo para dejar que la imaginación brille en todo su esplendor. Es eso lo que dice la sabiduría; y la sabiduría también dice: aquel que posee únicamente habilidad es una bestia, y la imaginación que quiere prescindir de ella es una loca. Pero por tan simples que sean, estas cosas están por encima y por debajo del artista moderno.”

(...)

“Había un campesino alemán que fue a ver a un pintor y le dijo: ‘Señor pintor, quiero que usted haga mi retrato. Me representará sentado en la entrada principal de mi granja, en el gran sillón que heredé de mi padre. A mi lado, pintará a mi mujer con su rueca; detrás nuestro, yendo y viniendo, a mis hijas que preparan nuestra cena de familia. Por la gran avenida a la izquierda llegan mis hijos, aquellos que vuelven de los campos, después de haber llevado a los bueyes al establo; los otros, con mis nietos, hacen entrar las carretas repletas de heno. Mientras contemplo ese espectáculo, no olvide, le suplico, las bocanadas de mi pipa, matizadas por las luces de la puesta del sol. Quiero también que se oigan los sonidos del Angelus que repica en el campanario vecino. Es allí donde todos nos hemos casado, padres e hijos. ¡Es importante que pinte el aire de satisfacción que siento en ese instante del día, contemplando al mismo tiempo a mi familia y mi riqueza incrementada por la labor de una jornada!’ ¡Viva ese campesino! Que, sin sospecharlo, comprendía la pintura. El amor por su profesión había cultivado su imaginación. ¿Cuál es, entre nuestros artistas de moda, aquel que sería digno de ejecutar ese retrato, y cuya imaginación pudiera estar a ese nivel?”



Salón de 1859, Charles Baudelaire

lunes, 3 de noviembre de 2014

Amo la noche



Amo la noche

No la noche que arrullan las ramas
y balsámica con olor de manzanas,
con el efluvio de la flor del naranjo;
oh, no la noche campesina
de piel húmeda y tibia y sana;

no la noche de Tirso Jiménez
que canta canciones de espigas
y muchachas doradas entre espigas;
no la noche de Max Caparroja,
en el valle de la estrella más sola
cuando un viento malo sopla sobre las granjas
entre ráfagas de palomas moradas;
no la noche que lame las yerbas;

no la noche de brisa larga,
hojas secas que nunca caen,
y el engaño de las últimas ramas
rumiando un mar de lejanos relámpagos;
no la noche de las aguas melódicas
volteando las hablas de la aldea;
no la noche de musgo y del suave
regazo de hierbas tibias de una mozuela;
yo amo la noche de las ciudades.

Yo amo la noche que se embelesa
en su danza de luces mágicas,
y no se acuerda de los silencios
vegetales que roen los insectos;
yo amo la noche de los cristales
en la que apenas se oye si agita
el corazón sus alas azules;

El retorno maléfico


El retorno maléfico

Mejor será no regresar al pueblo,
al edén subvertido que se calla
en la mutilación de la metralla.

Hasta los fresnos mancos,
los dignatarios de cúpula oronda,
han de rodar las quejas de la torre
acribillada en los vientos de fronda.

Y la fusilería grabó en la cal
de todas las paredes
de la aldea espectral,
negros y aciagos mapas,
porque en ellos leyese el hijo pródigo
al volver a su umbral
en un anochecer de maleficio,
a la luz de petróleo de una mecha
su esperanza deshecha.

Cuando la tosca llave enmohecida
tuerza la chirriante cerradura,
en la añeja clausura
del zaguán, los dos púdicos
medallones de yeso,
entornando los párpados narcóticos,
se mirarán y se dirán: «¿Qué es eso?»

Y yo entraré con pies advenedizos
hasta el patio agorero
en que hay un brocal ensimismado,
con un cubo de cuero
goteando su gota categórica
como un estribillo plañidero.

Si el sol inexorable, alegre y tónico,
hace hervir a las fuentes catecúmenas
en que bañábase mi sueño crónico;
si se afana la hormiga;
si en los techos resuena y se fatiga
de los buches de tórtola el reclamo
que entre las telarañas zumba y zumba;
mi sed de amar será como una argolla
empotrada en la losa de una tumba.

Las golondrinas nuevas, renovando
con sus noveles picos alfareros
los nidos tempraneros;
bajo el ópalo insigne
de los atardeceres monacales,
el lloro de recientes recentales
por la ubérrima ubre prohibida
de la vaca, rumiante y faraónica,
que al párvulo intimida;
campanario de timbre novedoso;
remozados altares;
el amor amoroso
de las parejas pares;
noviazgos de muchachas
frescas y humildes, como humildes coles,
y que la mano dan por el postigo
a la luz de dramáticos faroles;
alguna señorita
que canta en algún piano
alguna vieja aria;
el gendarme que pita...
...Y una íntima tristeza reaccionaria.



Ramón López Velarde

Baudelaire - De los artistas que buscan sorprender



“El gusto exclusivo por lo Verdadero (tan noble cuando se limita a sus legítimas aplicaciones) oprime y asfixia el gusto por lo Bello. Donde sólo debería apreciarse lo Bello, nuestro público sólo busca lo Verdadero. No es artista, naturalmente artista; filósofo quizás, moralista, ingeniero, amante de las anécdotas instructivas, y todo lo que quieran, pero jamás espontáneamente artista. Siente o, mejor aún, juzga sucesivamente, analíticamente. Otros pueblos, más favorecidos, sienten en seguida, todo a la vez, sintéticamente.”

(...) 

“Hablaba anteriormente de los artistas que quieren sorprender al público. El deseo de sorprender y ser sorprendido es absolutamente legítimo. (...) Toda la cuestión, si me exige que yo le confiera el título de artista o de aficionado a las bellas artes, consiste en saber por medio de qué procedimientos quiere usted crear o sentir el asombro. Como lo Bello siempre es sorprendente, sería absurdo suponer que lo que es sorprendente es siempre bello. Ahora bien, nuestro público, que es singularmente incapaz de sentir la felicidad de la ensoñación o de la admiración (signo de la pequeñez de espíritu), quiere ser sorprendido por medios ajenos al arte, y sus artistas obedientes se conforman a su gusto; quieren impresionarlo, asombrarlo, dejarlo estupefacto mediante estratagemas indignas, porque lo saben incapaz de extasiarse ante la táctica natural del arte verdadero.”



Charles Baudelaire, SALÓN DE 1859