Sobre el Hombre Topo

SOBRE EL HOMBRE TOPO:

Somos un grupo de producción literario e intelectual definido por su obsesión por la crítica cultural, la escritura, el cine, la filosofía y la traducción. Esperamos difundir ideas, textos, traducciones, fragmentos inteligentes de una luz no tan lejana.
Escriben en esta revista: Franco Bordino, Matías Rano, Gustavo Roumec, Tiépolo Fierro Leyton, Juan M. Dardón, Tomás Manuel Fábrega y Xabier Usabiaga.

sábado, 23 de noviembre de 2013

PSICOANALÍRICA: La poética que Freud no escribió




Con los siglos hemos aprendido pocas cosas de los poetas con cierta objetividad. Una de ellas es su carácter de intermediario – un carácter que nunca define cuáles son los estratos conectados por este mensajero. El psicoanálisis en su lectura lineal dará cómo resultado la cobriza imagen del poeta, ser intermediario entre el neurótico, el niño y el primitivo, retornando constantemente a sus etapas psíquicas ya superadas, o mal superadas. Pero la hermenéutica freudiana a gran escala es un espectáculo grotesco aún más grande: volar en un sueño es símbolo de la angustia por la erección; el miedo a la ceguera es el miedo a la castración; la multiplicación onírica de órganos (no sólo sexuales) es también temor a la castración. La poesía es la mera fantasía infantil transportada al mundo adulto cómo necesidad de expiación de la insatisfacción y la carencia. Intentaremos sacarle un poco más de biodiversidad a esta certera sierra de carniceros que se obsesiona por los nervios.

Nada de lo siguiente fue dicho por el padre del psicoanálisis, que amaba por igual a la poesía y a sus perros. Aún así, leeremos en detalle cada uno de sus textos para falsearlos.

1. Siguiendo la recta senda, leemos en El creador literario y el fantaseo (1907) que el poeta no sabe cómo hace su poesía, y saber cómo realiza su obra tampoco nos hará poetas. Es un principio bifronte que tiene dos mil quinientos años, desde el Ión de Platón, al menos, se divulga por Occidente. Freud cree deshacerse de esta dificultad diciendo que en todo hombre se esconde un poeta, y que el último poeta sólo desaparecerá con el último de los hombres. Evidentemente, sólo devendrán horrores y abortos de este axioma fordista, democrático. Las creaciones artísticas resultado de un dictum tal, el mismo autor lo aclara no sin orgullo, serán maniqueas, estereotipadas, previsibles, repetidas, no dignas de los poetas más estimados, sino de aquellos que encuentran lectores y lectoras más numerosos y ávidos.
Bien, seguimos entonces, la poesía es un juego, una fantasía reglada, con un inmenso capital simbólico y afectivo, pero opuesta a la realidad efectiva. La poesía es un tejido, un sudario que extendemos sobre el mundo como una luz o un vibrar. Poesía e irrealidad, esta es la yunta clave del placer estético. La poesía es un sistema psíquico cerrado, sin público y sin esoterismo. Y el poeta es sólo un mediador de las culpas y vergüenzas subconscientes, un proyector al futuro sedimentado en oscuras dimisiones infantiles.
Sin embargo cuando el poeta operante debe aparecer, Freud nos dice que la elección y síntesis de sus materiales, incluso mínimamente a nivel psíquico, nos está vedada. Y a su vez, el proceso realmente artístico, formal, el comprender cómo se pueden trasladar las fantasías y deseos al campo de lo público, de la expectación, y no generar asco, repudio, vergüenza (vergüenza es el nombre del poeta) sino placer estético, entonces, oh, también nos están prohibida la química y la síntesis.

sábado, 9 de noviembre de 2013

El corazón de una novela


El corazón de una novela

Por la ventana Carola vio al cartero.
Un hombre de gafas, casado, a punto de jubilarse, y de hacer con su esposa el soñado viaje a Nueva York. Un viaje de 15 días, solo para ver la nieve a través de un enorme ventanal de hotel lujoso. Toda una vida de ahorros.
Monte es frío pero es una mierda y en Monte nunca nieva.
Ese era el cartero según Carola, y eso era Monte según su hermano mayor que cada tanto se metía en el ordenador de su hermana para agregar cosas a sus cuentos.
El cartero real anunció que se trataba de una novedad del círculo de lectores. MiMí, la madre de Carola, dijo:

- Yo no sé para que gastás en eso. Comprate ropa, comprate algo mejor.
Igual Carola salió dando muchos brincos de alegría, a recibír su libro, a firmar la planilla, chocolatipostres, una antología de poemas culinarios compilada por la cocinera de postres de la tele.
Roque arrebató el libro a Carola, a ver? Guau, poesía dura, ideal para llevar al cagadero. Había sacado esa palabra de los libros de Bukowsky. - Mierda de burgueses.

Princesa Bú


Querida princesa Bú:

Ser predicador es algo que hace doler y transpirar los pieces. Pero es reconfortante ver como nos reciben los ancianos.
Todos los martes- sin importar el clima- salimos a propagar la palabra.
Cada grupo tiene su territorio. Abordamos un micro sin perfume de micro. El viaje es placentero: canciones. Palmas. Podemos descalzarnos.
Grupos de predicadores van bajando en cada pueblo. A mi, a Verónica, y a un muchacho pelado que viene del mundo de las computadoras nos dejan en Lincoln.
Al ver el sol de este pueblo me acuerdo de Monte: es cierto que si Dios se manifestara en los cielos, con una túnica luminosa, los habitantes de Monte se lo perderían. ¡Cómo odiabas las nubes espesas de Monte!
En verano los mocasines aprietan, pero por gracia, en la ruta de predica hay galerías de árboles y los ancianos nos dejan pasar la tarde en los patios de sus casas.
En estos días aprendí mucho sobre fuentes, descubrí que con las fuentes nunca se sabe: el martes antepasado metimos los pieces en una y los renacuajos nos hicieron cosquillas. Y no sé porqué en ese momento me acordé de los antros de pecado a los que te llevé. Me imaginé el amor al prójimo chorreando asquerosamente por las paredes y las camas, y de verdad me sentí terriblemente triste.
En otra ocasión nos metimos en una fuente con forma de riñón. La fuente parecía de plaza, pero estaba en el patio de la casa de un matrimonio. El hombre está demasiado gordo. Un día llegamos a predicar, y la esposa del hombre dijo: gracias a Dios que vinieron, muchachitos. El hombre demasiado gordo llevaba dos días en el suelo. En el esfuerzo de levantarlo, al pelado que viene del mundo de las computadoras se le escapó uno.

La gata en la ciudad de sombras




La gata en la ciudad de sombras


Mi hermano mayor escribe historietas.
Pero las guarda bajo llave. Mis otros hermanos, ninguno de los 5, hacen esfuerzo alguno por abrir la caja que está en su habitación. Yo soy el único que se pega a él en esta manía de escribir.
Después de varios meses de encierro, Jorge salió. Yo no sabía a qué hora iba a volver. Estuvo todo el día fumando y moviendo la pierna. El enano siempre le compra los cigarrillos; como propina Jorge le regala pases de cartón para la calesita.
A veces voy al baño en la madrugada y encuentro a Jorge fumando en el descanso de la escalera, mira el agujero en el techo, las tres o cuatro estrellas.
Aprovechando su ausencia, me metí en su pieza. Me hubiera gustado tener cloroformo para dormir al enano, que no se cansaba de hacer percusión en la puerta. Abrí el mueble con una ganzúa que fabricó Lucas, mi otro hermano. Me encandiló una linterna que estaba prendida dentro del mueble. Iluminé el cuarto: Pilas de revistas, Atalaya recortadas, Selecciones de colección, libros de Verne condensados, toneladas de tarjetas celtas y fajos de pases para calesita. No había otra luz que la linterna, apunté a la historieta y me puse a leer...

Orlando, el alter ego de Jorge, un tipo de pelo ondulado y camisa, discute con una mujer hermosa. A ella se le marcan los pezones en el camisón y el pelo húmedo se le pegaba a la frente. Hace calor en esa sala de hospicio. “una fuerza nos impedía estar juntos, algo ajeno a nosotros”, dice la nota recuadrada sobre el dibujo.

- ¿Por que has venido?- pregunta la chica
- Soñé- responde Orlando, sombrío.- Todo termina hoy.
Para bien o para mal, pensó.
- Con Ignacio tengo suficientes visitas. Por mi está bien, no vuelvas.
ja, su orgullo sigue intacto, Piensa Orlando, y dice:
- ¿Ningún otro viene a visitarte, algún amigo?
- ja ja ja- esos ojos desorbitados, gotitas de transpiración en la frente.- ¿desde cuando tenemos amigos nosotros?
cierto, son todos inventados, todos personajes de historieta

Intervención vanguardista




Intervención vanguardista (serie de Soja)


Flema, Osvaldo y Juan estaban sentados contra la pared de lo que había sido una farmacia. Ahora abandonada, los vidrios destruidos, una reja impedía el paso. El trío intentaba descifrar como podía haber entrado el hombre, que entre papeles de diario y cartones, dormía ahí, a veces acompañado por su pareja, otro reo, al que se lo veía siempre borracho intentando pelear con las camionetas, flamantes de abogados y concejales..

- lo peor es cagarse y vomitar a la vez.- afirmó Osvaldo.
- Te partís en dos, como si uno te tirara del cuello y otro de las piernas.- acotó Lucas ilustrativo.
- Quiero volver a casa, creo que tengo cólera.
- ¿querés?- Juan extendió la botella y flema le dio un largo trago interrumpido por una arcada.
- ¿por qué no te compras un protector hepático antes de seguir bebiendo?- preguntó Osvaldo.
- ¿a esta hora? ¿dónde?
- En lo de la Tana.- repuso Juan.
- Paso la medianoche por si no te diste cuenta.
- Esta abierto, lo de la Tana, está siempre abierto, año nuevo a las doce está abierto.- empezó Osvaldo.- es gente trabajadora, gente que en un año hace la fortuna que vos haces en toda tu vida, porque trabajan DIA y noche...
- así son los cáncer que se agarran.- dijo Juan
- No hay secretos: iniciativa, trabajo.- términó Osvaldo ignorando la acotación de Juan.
- Prefiero caminar.- dijo flema.

El trío se puso a transitar las calles de la ciudad dormida. Osvaldo señaló la cara de un político en un afiche; “ese mentiroso va a ganar las elecciones” dijo y se puso a monologar sobre el mentiroso hasta que Juan lo interrumpió para señalarle que en la casa de cultura estaba la muestra llamada “la ciudad no duerme”. Una exhibición de lo mejor del arte vanguardista zonal, auspiciada por la secretaria de cultura.
Entraron.
El grupito de artistas se agrupababa en un oscuro rincón del lugar.

- me siento mal de nuevo.- dijo flema.
- Ahí tenes un inodoro.- señalo Juan.
Al pie del inodoro, blanco, sin tapa, una placa decía;”Simbiosis conyugal” autora Felicita Herrera de Cordes, curador; Thomas DuPont. Una pareja giraba en torno a la obra y dialogaba bajito, después le sacaron una foto.