Sobre el Hombre Topo

SOBRE EL HOMBRE TOPO:

Somos un grupo de producción literario e intelectual definido por su obsesión por la crítica cultural, la escritura, el cine, la filosofía y la traducción. Esperamos difundir ideas, textos, traducciones, fragmentos inteligentes de una luz no tan lejana.
Escriben en esta revista: Franco Bordino, Matías Rano, Gustavo Roumec, Tiépolo Fierro Leyton, Juan M. Dardón, Tomás Manuel Fábrega y Xabier Usabiaga.

viernes, 2 de noviembre de 2018

LAS PRIMERAS AVENIDAS


 por Tomás Manuel Fábrega

Santiago de Chile en 1860 desde la Torre de San Francisco


Los bordes de los mares fueron las primeras avenidas
y en Santiago de Chile,
las costas de nuestros veintiséis cerros islas
golpeadas por el Maipo, el Mapocho y los humedales
fueron el Camino del Inca o las carreteras advenedizas
extendidas a través de una ciudad de gallinas y caballos.

Previamente a los grandes terremotos
en las anterioridades de Quilicanta y Michimalonco
el Huentén fue un volcán
y el valle del Mapocho estaba centrado y bordeado
por vastos bosques esclerófilos.

Un amigo pudahuelino canta que esta ciudad es su más vieja amiga
entonces
me pregunto por las procedencias
algunas, algunos
venimos de la tarde-noche y hay quienes rompieron en madrugada
otros vienen de lejos, tan fétidos de siglos
como hambrientos de instantes.

Recuerdo que alguna vez conocí el Aeropuerto de Los Cerrillos
y ojeroso por los años,
delimité para siempre a un municipio.
Imaginé, testarudamente, como viajeros de otros lejanos países
descendieron aquí
para amar allá: en nuestras piojeras descampadas.
 Estas fueron calles hermoseadas por los estilos, límpidas.
La ciudad con más neones en el mundo, altiva.
Nueva York estaba de día cuando Santiago ardía
y la comunidad literaria fundaba una generación cada década, confín de osadías.

Cómo no ver venir hasta nuestro encuentro
a la generación del ’38 que viene bajando por San Diego
y colma el bar Miss Universo en memoria de Héctor Barreto
o no escuchar escuchando simultáneamente la voz de la Rayén Quitral
y el chirreo de los tranvías.

Ahora ha bajado la marea
y nos asaltaron a mano armada
diciéndonos que jamás podremos caminar entre brisas limpias
pero habrá otros remontándose a tiempos infinitos
de pueblos entre pueblos dándose cornadas,
de arrieros y jóvenes riberanos como arquitectos
de millones que escogieron entre magia y magia vivir bajo cordilleras.

No tendrá sentido alguno que los rufianes eleven una bandera mancillada
o que nuestro presidente la disminuya frente al emperador
porque aún algunos viven como en las plazas de provincia
porque aún hay paz para los árboles urbanos de Chile
y porque en cada amanecer los zorzales siguen avisando
que otro día comienza con el aroma de las marraquetas.

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