Sobre el Hombre Topo

SOBRE EL HOMBRE TOPO:

Somos un grupo de producción literario e intelectual definido por su obsesión por la crítica cultural, la escritura, el cine, la filosofía y la traducción. Esperamos difundir ideas, textos, traducciones, fragmentos inteligentes de una luz no tan lejana.
Escriben en esta revista: Franco Bordino, Matías Rano, Gustavo Roumec, Tiépolo Fierro Leyton, Juan M. Dardón, Tomás Manuel Fábrega y Xabier Usabiaga.

viernes, 18 de enero de 2013

Casa



La tormenta llegó acompañada del corte de luz.
Federico y su papá dieron por terminado el arco a arco que jugaban en el baldío y corrieron a la casa. No tuvieron problemas para abrir la puerta, sí para cerrarla: el viento.
Pasó la tormenta —según la radio a pilas: tres tormentas juntas—, y las luces de los coches iluminaban la calle.
Flavia filmó a papá y mamá charlando a la luz de la vela; a Francisco durmiendo y a su hermano Federico iluminando la página del libro con una linterna.
La casa era estrecha. Eso generaba muchos conflictos; la convivencia en dos ambientes no era fácil: Federico había pegado el estirón de los 16, Flavia había comprado un biombo para separarse de los hermanos. Pero según papá la mudanza a la casa de dos plantas era cuestión de semanas.
El día después de la tormenta fue feriado.
La familia salió a pasear en coche. Flavia filmó una plaza en la que todos los árboles estaban arrancados de raíz. También filmó reuniones de vecinos, y en el audio quedó el comentario del padre: “También es un evento social”.
Quisieron ver algo: la casa de dos plantas.
Llegaron a la esquina, un montón de troncos cortaban el paso. Pararon el coche, Federico y su papá bajaron, el resto de la familia se quedó en el coche.

En el camino, más de una casa había sufrido la tormenta. Había un paredón y después del paredón la casa de dos plantas:
El techo quebrado formaba una V, las tejas dispersas por todo el terreno también habían caído sobre el coche del vecino. De los caños sueltos salían chorros de agua.
Federico se acordó del infarto de su papá: el hombre había colgado el teléfono, se había agarrado el pecho y se había sentado en una silla. Ahora podía pasar lo mismo, lo que hizo Federico fue abrazar a su papá, hasta sofocarlo. Pasada la eclosión lo soltó.
Se fueron sin volver a mirar la casa, o lo que había quedado de ella.
En el camino de vuelta al coche se encontraron con las mujeres y el chiquito. No vean, dijo Federico, y todos volvieron al coche: Flavia filmando, el chiquito y Federico jugando una carrera, mamá y papá abrazados como cuando eran novios.

AUTOR: Matías Raño

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